24 de diciembre: El Día del Señor

En vísperas de la Navidad, la celebración del Cuarto Domingo de Adviento nos presenta la figura de María acogiendo en gozo a Dios en su vida. Como subrayó el Concilio Vaticano II, María es modelo para la Iglesia. De ella podemos aprender a ser más fieles a Jesús y su Evangelio. ¿Cuáles podrían ser los rasgos de una Iglesia más Mariana en nuestros días?

Una Iglesia que fomenta la “ternura maternal” hacia todos sus hijos e hijas cuidando el calor humano en sus relaciones con ellos. Una Iglesia de brazos abiertos, que no rechaza ni condena, sino que acoge y encuentra un lugar adecuado para cada uno.

Una Iglesia que, como María, proclama con alegría la grandeza de Dios y su misericordia también con las generaciones actuales y futuras. Una Iglesia que se convierte en signo de esperanza por su capacidad de dar y transmitir vida.

Una Iglesia que sabe decir «sí» a Dios sin saber muy bien a dónde le llevará su obediencia. Una Iglesia que no tiene respuestas para todo, pero busca con confianza, abierta al diálogo con los que no se cierran al bien, la verdad y el amor.

Y también una Iglesia humilde como María, siempre a la escucha de su Señor. Una Iglesia más preocupada por comunicar el Evangelio de Jesús que por tenerlo todo definido.

A los finales del Adviento, estamos invitados a “guardar y meditar en nuestro corazón” el misterio de Dios encarnado en Jesús para transmitirlo como experiencia viva. ¿Queremos ser una Iglesia que cree, ora, sufre, y espera la salvación de Dios anunciando con humildad la victoria final del amor, de su amor?

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