1 de octubre: El Día del Señor

La Eucaristía es siempre Acción de Gracias y un encuentro de hermanos y hermanas en torno a Jesús, que se hace “presencia viva” y “alimento para el camino.” Él parte para nosotros el pan y nos explica las Escrituras, dándonos en cada encuentro algunas pautas prácticas para nuestra vida. Hoy, en el Evangelio (Mateo 21, 28-32), Jesús nos dice que, en nuestra vida, lo que cuentan no son las palabras bonitas que podamos decir, o los buenos propósitos que nos podamos marcar, sino las obras buenas que hagamos.

Leyendo el Evangelio de San Mateo (domingo tras domingo), de paradoja en paradoja, vamos penetrando en el misterio del Reino de Dios – vamos comprendiendo toda la novedad del mensaje de Jesús. La parábola de los dos hijos es ilustrativa al respecto: el hijo que parecía desobediente resultó ser el obediente, el que parecía sumiso resultó ser rebelde. La explicación inmediata la dio el mismo Jesús: hay dentro del judaísmo quienes afirman con sus labios cumplir la palabra de Dios, pero en realidad después sólo hacen sus caprichos; hay también quienes en un primer momento rechazan la Palabra con una vida disoluta y no-religiosa, más cuando llega la hora de la conversión, cambian de vida y se reconcilian con el Padre. De esta forma los publicanos y las prostitutas entran al Reino, mientras que los sacerdotes, ancianos, y fariseos permanecen fuera.

Como vemos, dentro de su contexto histórico, la parábola hace directa alusión al mensaje de Jesús y a la necesidad de cambiar de vida para entrar en el Reino. Nosotros procuraremos dar un paso más y ver en qué medida esta parábola del Reino tiene aún vigencia en nuestra vida católica.

Oremos. “Oh Padre amoroso, tú no quieres que los pecadores mueran, sino que se alejen de su pecado y que hagan lo que es recto y bueno para que vivan. Tú sabes que somos frágiles y débiles. No dejes de guiarnos y protegernos. Danos la mentalidad de Jesús para que con Él te digamos “sí” con el amor profundo de quienes han sido bendecidos, perdonados, y salvados. Haznos también misericordiosos para con otros. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor. Amén.”

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