Amor

Amor en un Tiempo Sin Abrazos

En la Biblia, el profeta Oseas dice que el Señor conduce a su pueblo al desierto para hablarle al corazón. Esta Cuaresma, parece que todo el mundo ha sido llevado a un desierto. En el lapso de unos cuantos meses, hemos presenciado el equivalente al cierre de la civilización: los viajes, el comercio y la producción económica han cesado casi por completo; millones de personas se han visto obligadas a dejar el trabajo por parte del gobierno, que les ha ordenado quedarse en casa; cientos de miles están infectados y decenas de miles están muriendo a causa de un virus cuya existencia era conocida sólo por unos cuantos, a principios de este año.

La Iglesia nació en una época en la que las epidemias eran comunes. Dionisio, obispo de Alejandría, Egipto, escribió en un mensaje de Pascua de mediados del siglo tercero: “Esta enfermedad surgió de la nada; es una cosa … más aterradora que cualquier desastre.” Hemos estado reflexionando acerca de esta historia y preguntándonos: si Dios está hablando a nuestros corazones en este desierto, ¿qué es lo que nos está diciendo? Nos está diciendo que nos ama, intensamente. Nuestra fe nos enseña que Dios no causa el mal, pero sí lo permite, siempre con la intención de sacar algo bueno de él. Los caminos de Dios pueden seguir siendo siempre misteriosos para nosotros, pero podemos confiar en su amor por su creación y en su amor por cada uno de nosotros.

En un tiempo en el que no podemos darles un abrazo a nuestros seres queridos, aún podemos amar. Y debemos amar. Podemos amar, incluso a una “distancia social,” incluso a través de llamadas telefónicas y de plataformas de redes sociales. Podemos orar los unos por los otros, podemos ofrecer sacrificios, y podemos escuchar con comprensión.

¿Dónde está Dios en esta pandemia? Los santos siempre responden: Donde hay amor, allí está Dios. Entonces, amemos.

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