Como hemos celebrado por casi dos semanas, la Navidad es un “don que es expresión del amor infinito de Dios que ‘tanto amó al mundo que nos ha dado a su Hijo único.’” Por ello, según la enseñanza de la Iglesia, se debe valorar la “solidaridad con el hombre pecador, por el cual, en Jesús, Dios se ha hecho hombre” y que “el Hijo de Dios ‘siendo rico se ha hecho pobre’ para enriquecernos ‘por medio de su pobreza.’”
El domingo que viene vamos a celebrar la gran Fiesta de la Epifanía: la Fiesta que proclama que Jesús Niño pertenece y se entrega al mundo entero como su Salvador. Con los Magos, el mundo entero trae a Jesús su variedad de dones (sus culturas, por ejemplo). Y nosotros, al igual que la gente de otras naciones, le traemos el don de nosotros mismos: nuestra fe, nuestro propósito de fidelidad, y nuestro amor, al encontrarnos con Él en la oración y en los hermanos y hermanas.
Oremos. “Señor Dios nuestro, nos regocijamos de que tú te hayas hecho cercano a nosotros en Jesucristo tu Hijo. Que Él sea para nosotros luz y vida, ahora y por los siglos de los siglos. Amén.”