9 de julio: El Día del Señor

“Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga y yo les daré alivio. Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón.” (Mateo 11, 25-30) Jesús ofrece descanso a nuestros corazones … siempre inquietos, siempre buscando, y siempre deseando nuevas aventuras.

El cuerpo después de un día de trabajo, después de un largo paseo, lo único que necesita es una silla. Para el corazón no hay silla, pero el Señor es la silla para un corazón que necesita descanso, fuerza, y sabiduría. “Vengan a mí,” es la invitación de Jesús para todos los días, pero es una invitación urgente y necesaria para los domingos.

Recordemos que el domingo es el día en que hacemos “santo” el tiempo, disfrutamos de la creación de Dios, y adoramos a Dios Padre y Creador. El domingo, idealmente, es cuando olvidamos las luchas del trabajo y nos centramos en el Señor que nos habla al corazón. El Día del Señor es cuando escuchamos la invitación a ir al Señor y a seguirle. Y recibimos el encargo de anunciar a los hermanos y hermanas que nadie está excluido del amor y de la gracia de Dios.

Oremos. “Señor Dios, te alabamos por mostrarte a nosotros en el manso y humilde corazón de Jesús. Inspirados por su Palabra y nutridos con su Pan de Vida hoy, querríamos admitir lo pobres y pequeños que somos y aprender a dar tiempo y atención a los cansados. Que sepamos transmitirles tu alentadora Palabra, para que todos los que te buscan encuentren en nosotros a tu Hijo Jesucristo nuestro Señor. Amén.”

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