7 de julio: Creer en Jesús y en su Reino

Desde nuestro punto de vista podríamos decir que ¡Jesús frecuentaba las malas compañías! Eso de andar con publicanos y con pecadores (Mateo 9, 9-13 por ejemplo) no era precisamente estar con “la gente bien,” de buen comportamiento, con la gente buena de la sociedad. Eso ya nos puede resultar escandaloso.

Pero en el tiempo de Jesús lo de estar con publicanos y pecadores y comer con ellos era todavía peor. Esos dos grupos de personas estaban conceptuados como personas impuras. Estar con ellos, y más comer con ellos, hacía al judío también impuro. En realidad, cualquier judío un poco culto y educado del tiempo de Jesús cuidaba mucho de con qué compañía se sentaba a comer.

Pero Jesús no tiene inconveniente en romper las normas de la pureza. Eran normas que habían terminado excluyendo y marginando a las personas. Jesús anuncia el Reino de Dios que es precisamente lo contrario: Dios quiere que todos sus hijos se unan, que no quede nadie excluido. Uno de los signos del Reino es precisamente esa “comida en común” de Jesús con los pecadores y publicanos. Jesús anuncia a un Dios que ama a todos sin excepción, sin condiciones.

Creer en Jesús y en su Reino nos compromete a actuar de la misma manera. A dejarnos de prejuicios y acoger a todos sin distinción de raza, nacionalidad y tantas obras barreras y límites que ponemos entre las personas. En el Reino ya no hay “los otros,” todos somos “nosotros.”

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