7-8 de agosto: Preparándonos para Celebrar la Misa Dominical

¿Qué es lo que mantiene a la gente creciendo, sana, y robusta? Por lo que respecta al cuerpo: el alimento y la comida. Sin embargo, incluso para el cuerpo, no solo son necesarias la comida y la bebida, sino también el alimento del amor y de la seguridad. 

¿Qué es lo que necesitamos para mantenernos caminando hacia adelante como creyentes? ¡Nuestra fe y confianza en Dios! Esa fe se mantiene viva y creciente en nosotros a través de nuestra íntima relación con Cristo. Él nutre esta fe y amor en nosotros con el alimento y bebida de su Palabra y con la fuerza que nos proporciona la Eucaristía. Este es nuestro alimento y bebida para el camino de la vida. La Palabra y la Eucaristía nos dan valor para alzarnos en favor de todo lo que es justo, bueno, y bello.

Según el dicho antiguo: “Sólo el que camina se cansa.” Sólo el que no se acomoda, el que no se deja llevar, el que intenta superarse cada día, el que busca la voluntad de Dios – necesita el Pan de Dios. Los demás no lo necesitan. Comulgamos para echarnos a andar. “Comulgar” implica moverse, encontrar fuerzas en Dios para hacer su voluntad.

Para los cristianos Jesús se ha presentado o revelado a sí mismo diciendo: “Yo soy el Pan Vivo bajado del cielo.” Y también se revelará un poco más adelante: “Yo soy el camino.” Es decir: Dios nos ofrece Pan y Camino (con mayúsculas). O también: Jesús nos ofrece el pan para el camino y se ofrece como Pan para el camino. Según el sexto capítulo del Evangelio de San Juan, tendremos que seguir sus pasos, recorrer sus mismos caminos. Éste es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera en el empeño, para que tenga vida eterna. Y al añadir “para la vida del mundo” está subrayando que nuestro camino y nuestro pan tienen una ineludible dimensión social, un compromiso con el mundo y su vida.

Así que concluyo con las palabras de Dios a su profeta Elías: “Levántate y come, pues el camino que te queda es muy largo.” ¡Y tanto!

Oremos. “Señor Jesucristo, cuando nos confrontamos con nuestras propias miserias y las de la gente a nuestro alrededor, en el ancho mundo, nos sentimos pequeños e impotentes. Sé tú para todos nosotros pan de fortaleza, para que nuestros corazones sean compasivos, nuestro amor sea profundo,  y nuestro servicio sea fiel y humilde, porque tú fuiste así y quieres que seamos como tú, que eres Señor nuestro, para siempre. Amén.”

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