6-7 de mayo: Preparándonos para Celebrar la Misa Dominical

La Pascua nos invita a celebrar plenamente que el Señor Resucitado vive ahora por siempre y vive en nosotros. Su Espíritu, la fuerza de su amor, nos mueve también a nosotros y nos conduce por el camino de su fidelidad. Por esto, celebrar la Resurrección de Jesucristo es celebrar esta vida nueva.

Si el domingo pasado Jesús se nos presentaba a sí mismo como Pastor y Puerta, con todo el valor que contiene ambos términos, en Juan 14, 1-12 (el Evangelio de este domingo), en su triple “autodefinición,” Jesús quiere revelarnos lo que, en definitiva, es Él para nosotros: Camino, Verdad, y Vida. Camino por el que llegamos al Padre. Verdad, es decir, Maestro y Profeta, Palabra viviente que Dios dirige a la humanidad. Y Vida, no sólo porque resucita a los muertos y cura a los enfermos, sino porque es la Vida en plenitud.

Y porque esta última afirmación de Jesús –“Yo soy la Vida”– guarda una estrecha relación con la Eucaristía, en la que se nos da el Pan de la Vida (Juan 6, 35), que es el Pan Consagrado. Cristo es el alimento que nos fortalece en nuestro caminar.

Oremos. “Padre, sacia la sed de tu pueblo con el agua de vida y sigue dándonos el alimento que necesitamos para nuestro viaje, el Pan de Vida de Jesucristo mismo, hasta que alcancemos tu hogar eterno. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor. Amen.”

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