4-6 de junio: Anticipando la Fiesta del Cuerpo y Sangre de Cristo

Todos los Sacramentos son importantes. Todos los Sacramentos son dones de Dios, dones que nos ayudan a crecer en Su gracia. Pero, entre todos los Sacramentos de la Iglesia, la Eucaristía es el más importante. El Bautismo y la Confirmación nos llevan a la Eucaristía. Y el Matrimonio y todos los demás Sacramentos fluyen de la Eucaristía. Nunca demos por ganada la gracia que Dios nos ofrece en su Mesa.

Y lo que es más, fíjense que en el momento central de nuestras celebraciones Eucarísticas, proclamamos: “Este es el Sacramento de nuestra fe.” Con un artículo determinado “el.” Como si sólo hubiera un sacramento. No decimos “este es uno de los 7 Sacramentos.” Y es que realmente, de una manera especial, sólo tenemos un Sacramento: Jesucristo-Eucaristía.

Y sin embargo hay no pocos Bautizados que dicen no necesitar este Sacramento central de la fe. Y quienes se acercan a él principalmente si es “día de precepto,” y no siempre. Muchos no sabrían explicar por qué es “importante” o “necesario” – tal vez ofrecen su testimonio de que se sienten bien al comulgar, que les ayuda a ser mejores, que les falta “algo” si no van a Misa. Está bien, pero esto no ayuda gran cosa a los que preguntan “por qué debiera yo ir a la Eucaristía,” “por qué es importante o necesario.”

¿Cómo podemos responder?

Recibir el Cuerpo de Cristo es aceptar su invitación y comprometernos a construir comunidad, a fortalecer lazos, a amar a los que Jesús elige sentar conmigo a su mesa.

Recibir el Cuerpo de Cristo es integrarse en el grupo de discípulos, aceptar ser Cuerpo vivo de Cristo y vida entregada en el amor cada día, sellando la Alianza que Jesús me ofrece con su sangre.

Recibir el Cuerpo de Cristo es estar dispuesto a “hacer” todo lo que el Señor nos ha dicho en la Liturgia de la Palabra, lo que encontramos en las Escrituras.

Recibir el Cuerpo de Cristo supone a menudo reconocer que hemos “fallado” en nuestra entrega a Dios a través de los hermanos, y necesitamos renovar nuestra Alianza y acoger la vida, el Espíritu, el Amor el perdón que Cristo nos ofreció durante toda su vida culminada en la muerte de Cruz.

Recibir el Cuerpo de Cristo es aceptar que Dios se pone en mis manos (de ahí la costumbre y el sentido de recibir la comunión en la mano, que durante los primeros 10 siglos fue ¡el único modo de comulgar!), y depende de mí, para que lo lleve conmigo, y le reparta y me reparta con Él a cualquier hermano que tenga hambre.

Recibir el Cuerpo de Cristo no es un “premio” a los que son “buenos,” a los que creen merecerlo, sino la ayuda que Cristo ofrece a sus discípulos débiles, pecadores, y miedosos porque bien sabe que “sin mí no pueden hacer nada.

Y muchas más… Por hoy ya valen. Que de verdad seamos juntos el Cuerpo de Cristo, porque Cristo sigue teniendo tanto que hacer – con ayuda de los que somos miembros de su Cuerpo.

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