3 de febrero: Abuelos y San Blas

Honramos hoy, durante la Semana Nacional de Escuelas Catolicas, a nuestros abuelos y abuelas. “Gracias por su apoyo.”

El Papa Francisco ha anunciado la institución de la Jornada Mundial de los Abuelos y de los Ancianos, que se celebrará en toda la Iglesia el cuarto domingo de julio, “cerca de la conmemoración de San Joaquín y Santa Ana, los abuelos de Jesús.” El Santo Padre explicó que el objetivo de esta Jornada Mundial es promover el encuentro entre generaciones, de los nietos con los abuelos y de los abuelos con los nietos, para “custodiar las raíces y transmitirlas.”

El Pontífice recordó que el 2 de febrero es la fiesta de la Presentación de Jesús en el Templo, cuando “Simeón y Ana, ambos ancianos, iluminados por el Espíritu Santo, reconocieron en Jesús al Mesías.” Señaló que “el Espíritu Santo también hoy suscita en los ancianos pensamientos y palabras de sabiduría. Su voz es preciosa porque canta las alabanzas de Dios y custodia la raíz de los pueblos. Ellos nos recuerdan que la vejez es un don, y que los abuelos son el eslabón de unión entre las diferentes generaciones para transmitir a los jóvenes la experiencia de vida y de fe.”

El Papa lamentó que “los abuelos muchas veces son olvidados, y olvidamos esta riqueza de custodiar las raíces y transmitirlas.” Por ese motivo, “he decidido instituir la Jornada Mundial de los Abuelos y de los Ancianos. Es importante que los abuelos se reúnan con los nietos, y que los nietos se reúnan con los abuelos. Porque, como dice el profeta Joel, los abuelos ante los nietos soñarán, tendrán ilusión, y los jóvenes, tomando fuerza de los abuelos, saldrán adelante, profetizarán.”

Oración por los Abuelos. “Señor Jesús: Tú naciste de la Virgen María, hija de San Joaquín y Santa Ana. Mira con amor a los abuelos de todo el mundo. ¡Protégelos! Son una fuente de enriquecimiento para las familias, para la Iglesia, y para toda la sociedad. ¡Sostenlos! Que, cuando envejezcan, sigan siendo para sus familias pilares fuertes de la fe Evangélica, custodios de los nobles ideales hogareños, y tesoros vivos de sólidas tradiciones religiosas. Haz que sean maestros de sabiduría y valentía; que transmitan a las generaciones futuras los frutos de su madura experiencia humana y espiritual.

Señor Jesús, ayuda a las familias y a la sociedad a valorar la presencia y el papel de los abuelos. Que jamás sean ignorados o excluidos, sino que siempre encuentren respeto y amor. Ayúdales a vivir serenamente y a sentirse acogidos durante todos los años de vida que les concedas.

María, Madre de todos los vivientes, cuida constantemente a los abuelos. Acompáñalos durante su peregrinación terrena y, con tus oraciones, haz que todas las familias se reúnan un día en nuestra patria celestial, donde esperas a toda la humanidad para el gran abrazo de la vida sin fin. Amén.”

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Hoy celebramos la Fiesta de San Blas, médico y Obispo. Era conocido por obtener curaciones milagrosas con su intercesión. Cierto día salvó a un niño que se ahogaba por una espina de pescado que se le había trabado en la garganta. Al principio ejercía la medicina, y aprovechaba de la gran influencia que le daba su calidad de excelente médico, para hablarles a sus pacientes en favor de Jesucristo y de su santa religión, y conseguir así muchos adeptos para el cristianismo. Al conocer su gran santidad, el pueblo lo eligió obispo.

Cuando estalló la persecución de Diocleciano, se fue San Blas a esconderse en una cueva de la montaña, y desde allí dirigía y animaba a los cristianos perseguidos y por la noche bajaba a escondidas a la ciudad a ayudarles y a socorrer y consolar a los que estaban en las cárceles, y a llevarles la Sagrada Eucaristía.

A San Blas, tan amable y generoso, pidámosle que nos consiga de Dios la curación de las enfermedades corporales de la garganta, pero sobre todo que nos cure de aquella enfermedad espiritual de la garganta que consiste en hablar de todo lo que no se debe de hablar y en sentir miedo de hablar de nuestra religión y de nuestro amable Redentor, Jesucristo.

Oremos. “Glorioso san Blas, tú que te retiraste a una cueva alejándote del mundo para mejor hablar con Dios, haz que encontremos nuestra propia plática con Él. Tú que confiaste en la fuerza de Dios, y en su infalible capacidad y poder, y que por medio de obras y milagros conseguiste convertir a los que no creían, transforma nuestra desesperanza en fe, cambia nuestros lamentos por gozo, y convierte nuestra escasez en abundancia. Por Cristo, nuestro Señor. Amén.”

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