24-25 de octubre: Preparándonos Para Celebrar la Misa

El Evangelio de la Misa de hoy tiene un peligro: es demasiado conocido y parece sencillo. Unido al mensaje que nos da el Antiguo Testamento (Éxodo), habría que ayudar a descubrir su fuerza siempre actual y difícil: el mandamiento del amor.

Habría que dar gracias a los fariseos por dar a Jesús la ocasión de condensar de este modo todo su plan de vida. También nosotros ahora, entre tantas direcciones en que se mueve nuestro interés, nos preguntamos qué es lo verdaderamente importante: y Jesús nos responde también a nosotros. Él une el amor a Dios (primer mandamiento) y el amor al prójimo (semejante al primero). Según en qué ambientes habría que subrayar el amor a Dios. En otros, el amor al prójimo.

El amor a Dios es el primer mandamiento de todos. El que se formula bíblicamente como “no tendrás otro dios más que a mí”: un mandamiento que sigue siendo el más radical de todos. Contra los ídolos de antes y los de ahora. Amar a Dios no es sólo el no blasfemar, o el santificar las “fiestas”: es poner su plan de vida como prioridad absoluta en nuestros programas y en nuestra mentalidad. Es escuchar su Palabra, encontrarnos con Él en la oración, amar lo que ama Él.

El otro mandamiento que Cristo nos ofrece es: amar a los demás, como a nosotros mismos, como consecuencia y semejanza del amor a Dios. Jesús une las dos direcciones del amor: no vale amar a Dios (o decir que se ama a Dios) y descuidar el amor horizontal, sobre todo con los débiles. En la familia, en la comunidad eclesial, en la sociedad, en la escuela, en el trabajo: en todos los campos, tenemos cada día mil ocasiones para examinarnos de este mandamiento: ¿amo en verdad a Dios y al prójimo? El mejor modelo es el mismo Jesús: basta recordar cómo amó a Dios, su Padre, y cómo trató a los demás, en especial a los más abandonados.

Fíjense que nuestra ley cristiana está aquí expresada en términos absolutamente positivos. Se podría recordar lo de “no matar,” “no robar,” “no mentir”… pero Cristo, al resumir toda la Ley, nos da un programa positivo: “amar.” Amor: no sólo “caridad.” El amor no es sólo un mandamiento, una ley importante. Es la razón de ser de todo. Es el principio fundamental que lo impregna todo. Es el alma de toda ley y de toda vida cristiana, personal y comunitaria. No se trata de un aspecto jurídico, sino de la clave que da sentido a toda nuestra vida cristiana y humana. Ahí está la novedad del cristianismo.

Oremos. Oh Dios, tú despliegas tu fuerte poder amándonos a nosotros sin arrepentirte de ello. En el corazón humano de tu Hijo Jesús tú nos has mostrado cuán lejos puede llegar tu amor. Otórganos un amor que esté dispuesto a perdonar, generoso y amable como el suyo, para que sepamos reconocerle y amarle en nuestros hermanos y hermanas. Que nuestros corazones alcancen primero a los más pobres y a los que parecen menos dignos de amor, y que les alcancemos con el amor gratuito que tú nos has dado en Jesucristo nuestro Señor. Amén.

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