24-25 de febrero: Preparándonos para Celebrar la Misa Dominical

Celebrando el segundo domingo de la Cuaresma, vamos a escuchar en la Misa que el hecho de la muerte salvadora de Jesús se expresa en su Resurrección, con la que el Padre legitima toda la aventura histórica de Jesús, sobre todo su obediencia filial hasta la muerte. Pero Jesús mismo, en el misterio de la Transfiguración, nos dé una visión fugaz anticipada de su victoria en Pascua. Su Transfiguración (Marcos 9, 2-10) nos ayuda a seguir caminando en nuestra Cuaresma con Jesús hacia Jerusalén para participar en su muerte y Resurrección.

No tiene nada de extraño que los primeros discípulos no comprendieran su sentido y se preguntaran qué significaba “resucitar de entre los muertos.” Estaba claro que no se trataba de una resurrección de un muerto como las que se cuentan en el Antiguo Testamento o las que realizó el mismo Jesús. En ellas, más que Resurrección se trataba de una vuelta temporal a la vida para después volver a morir. La Resurrección de Jesús, en cambio, significa la intervención definitiva de Dios para salvar a la humanidad. Jesús Resucitado vive para siempre, para nunca más morir, y se ha convertido en causa de vida para todos los que creen en Él.

Oremos. “Padre, junto con los Apóstoles, y con los ojos de la fe, vemos a tu Hijo Transfigurado. Que Él nos fortalezca a nosotros también para afrontar las realidades y dificultades de la vida y a comprometernos a animar y alegrar la vida de nuestros hermanos y hermanas con fe y amor y para aliviar sus pesadas cargas. Por medio de Jesucristo nuestro Señor. Amén.”

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