2 de febrero: Candlemas/Candelaria

Hoy Celebramos la Fiesta de la Presentación del Señor (Candelaria). Esta fiesta comenzó a ser conocida en Occidente, desde el siglo X, con el nombre de Purificación de la Bienaventurada Virgen María. Fue incluida entre las fiestas de Nuestra Señora. Pero esto no era del todo correcto, ya que la Iglesia celebra en este día, esencialmente, un misterio de nuestro Señor. En el calendario romano, revisado en 1969, se cambió el nombre por el de “La Presentación del Señor.” Esta es una indicación más verdadera de la naturaleza y del objeto de la fiesta. Sin embargo, ello no quiere decir que infravaloremos el papel importantísimo de María en los acontecimientos que celebramos. Los misterios de Cristo y de su Madre están estrechamente ligados, de manera que nos encontramos aquí con una especie de celebración dual, una fiesta de Cristo y de María.

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Extra: El episodio de la Presentación de Jesús en el Templo coincide con una intervención importante del Espíritu Santo. María y José habían ido al templo para “presentar” (Lucas 2, 22), es decir, para ofrecer a Jesús, según la ley de Moisés, que prescribía el rescate de los primogénitos y la purificación de la madre. Viviendo profundamente el sentido de este rito, como expresión de sincera oferta, fueron iluminados por las palabras de Simeón, pronunciadas bajo el impulso especial del Espíritu.

El relato de san Lucas subraya expresamente el influjo del Espíritu Santo en la vida de este anciano. Había recibido del Espíritu la garantía de que no moriría sin haber visto al Mesías. Y precisamente “movido por el Espíritu, fue al templo (Lucas 2, 27) en el momento en que María y José llegaban con el niño. Así pues, fue el Espíritu Santo quien suscitó el encuentro. Fue Él quien inspiró al anciano Simeón un cántico para celebrar el futuro del niño, que vino como “luz para iluminar a las naciones” y “gloria del pueblo de Israel.” (Lucas 2, 32) María y José se admiraron de estas palabras, que ampliaban la misión de Jesús a todos los pueblos.

También es el Espíritu Santo quien hace que Simeón pronuncie una profecía dolorosa: Jesús será “signo de contradicción” y a María “una espada le traspasará el alma.” (Lucas 2, 34.35). Con estas palabras, el Espíritu Santo preparaba a María para la gran prueba que la esperaba, y confirió al rito de presentación del niño el valor de un sacrificio ofrecido por amor. Cuando María recibió a su hijo de los brazos de Simeón, comprendió que lo recibía para ofrecerlo. Su maternidad la implicaría en el destino de Jesús y toda oposición a Él repercutiría en su corazón.

Oremos. “Dios, nuestro Padre, tú amaste tanto a nosotros que nos enviaste a tu único Hijo Jesús, nacido de la Virgen María, para salvarnos y conducirnos a ti. Te pedimos que, con tu bendición, nuestras imágenes de Jesús y nuestras velas, sean, en nuestros hogares, signos de tu presencia y de tu amor. Te lo pedimos en el nombre de Jesús tu Hijo amado, que viene para dar la paz al mundo. Él que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.”

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