No siempre es fácil reconocer al Señor Resucitado. Esa fue la experiencia de María Magdalena (Juan 20, 11-18). A nosotros también se nos pregunta: “¿A quién buscan ustedes?”
¿Estamos buscando realmente al Señor Jesús? Y ¿le reconocemos, no solamente en nuestros momentos de oración y cuando recibimos la Eucaristía, sino también cuando Él camina a nuestro lado en nuestras alegrías y sufrimientos, en la gente que nos rodea, en las circunstancias y acontecimientos ordinarios de la vida? Jesús es ciertamente nuestro Señor y Mesías.
María Magdalena le reconoció a Jesús cuando oyó su voz. Y ese encuentro la ha vitalizado: le ha abierto a los ojos: “Resucitó de veras mi amor y esperanza.” Sólo para los que aman de verdad tiene sentido pleno la Resurrección. Sólo se resucita en la medida en que se ama.
Oremos. “O Dios, profesamos nuestra fe en Jesús y le reconocemos como nuestro Señor y Salvador. Haz que le escuchemos cuando nos anuncia su Buena Nueva de salvación como un mensaje de vida. Que nosotros también sepamos oír su voz cuando clama a nosotros en los necesitados. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor. Amen.”
