18 de abril: La Octava de la Pascua

Él venció al mal, al pecado, y a la muerte.

El acontecimiento de la Resurrección de Jesús crucificado es inagotable. Constituye la gran buena noticia de nuestra historia. El descubrimiento del sepulcro vacío de Jesús pone en movimiento a los personajes protagonistas. Suscita la búsqueda; hace preguntarse por la presencia de crucificado. Se da a conocer en contra de las dudas y el escepticismo. Y Jesús mismo les sale al encuentro y les saluda: alégrense. Jesús les dice también: no tengan miedo. El Resucitado Mesías se hace encontradizo con las mujeres que han ido a visitar el sepulcro. El Resucitado sigue presente y se hace visible; se da a conocer con una invitación a la alegría. Ha vencido a la muerte y está plenamente vivo.

Obviamente, la Resurrección de Jesús es la gran noticia. Hay que celebrarla. Hay que hacer fiesta larga – una “octava” (ocho días de festividades) para paladear y disfrutar la gran noticia: está vivo, Resucitó. Y Él esté también vivo en nuestra comunidad, en nuestra alegría, nuestra fe, y nuestra disposición para servir y amar. ¡Amén! ¡Aleluya!

Oremos. “Padre, que tu Hijo Jesús nos muestre el verdadero camino de la vida para que vivamos en la alegría de su presencia y que Él nos dé la gracia de hacernos sus testigos, de forma que podamos proclamar con nuestra vida entera que Él es nuestro Señor, glorioso y Resucitado, ahora y por los siglos de los siglos. Amén.”

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