18-19 de julio: La Gran Familia de Dios

Jesús nos ha dicho, “Mi madre y mis hermanos son los que cumplen la voluntad de mi Padre del cielo.” (Mateo 12, 46-50) Jesús ha venido a nosotros a través de María, centro de su familia humana. A la vez, Él viene a inaugurar una nueva familia donde lo definitivo no son los lazos de la sangre, sino el ser hijos e hijas de Dios y vivir según su voluntad.

Nuestra familia de origen es importante: es el regalo a través del cual se nos dio la vida, a muchos también nos ha transmitido la fe, y a la que tanto debemos. A la vez, hay otra familia más grande y más importante: la que formamos todos los hijos e hijas de Dios y los que pueden llegar a serlo. Que el Señor nos conceda sabernos miembros de esa gran familia de Dios, y vivir en consecuencia, como hermanos y hermanas.

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Para reflejar: ¿Hasta qué punto somos de verdad “hermanos y hermanas de Cristo y en Cristo?” Rezamos con mucha frecuencia el Padre Nuestro y le pedimos al Padre que se haga su voluntad en la tierra como en el cielo. Eso es por lo que rezamos, por tanto a eso es a lo que nos comprometemos.

Oremos. “Padre, tú nos conoces y nos amas. Pase lo que nos pase, estamos en tus manos. A dondequiera que nos lleves, tú sabes a dónde quieres que lleguemos. Te pedimos fe y confianza. Haz que tu voluntad sea nuestra voluntad, para que nos conduzcas a tu casa bajo la guía de Aquél que cumplió siempre tu voluntad en todo lo que hizo, Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor. Amén.”

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