17 de marzo: El Día del Señor

Según el Papa Francisco: “No se puede engendrar vida sin dar la propia. No es posible ayudar a vivir si uno no está dispuesto a ‘desvivirse’ por los demás. Nadie contribuye a un mundo más justo y humano viviendo apegado a su propio bienestar. Nadie trabaja seriamente por el Reino de Dios y su justicia, si no está dispuesto a asumir los riesgos y rechazos, la conflictividad y persecución que sufrió Jesús.”

Pero nos pasamos la vida tratando de evitar sufrimientos y problemas. La “cultura del bienestar” nos empuja a organizarnos de la manera más cómoda y placentera posible. Es el ideal supremo. Sin embargo, la Cuaresma nos está enseñando que hay sufrimientos y renuncias que es necesario asumir si queremos que nuestra vida sea fecunda y creativa.

Para reflejar durante de los últimos días (dos semanas) de la Cuaresma: Jesús no deja a nadie indiferente. Sus palabras penetrantes, sus gestos imprevisibles, su vitalidad y amor a la vida, su confianza total en el Padre, su manera de defender a los desgraciados, su libertad frente a todo poder, su lucha contra la mentira y los abusos, su comprensión hacia los pecadores, su cercanía al sufrimiento humano, su acogida a los despreciados, su interés por hacer más digna y dichosa la vida de todos … nos ponen ante la persona más excepcional que jamás haya existido. Y quien se acerca a Jesucristo y sintoniza con Él descubre todo lo que Él puede aportarnos para encontrar un sentido acertado a nuestra vida, para vivir con dignidad y sensatez, y para caminar día a día movidos por su esperanza.

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