16 de octubre: El Día del Señor

En el Evangelio de San Lucas se recalca muy especialmente el tema de la oración. Jesús aparece con frecuencia en oración y alguna vez durante toda la noche. Vive en un clima de oración que brota, o mejor, manifiesta, su relación con el Padre. Hace oración en los momentos más decisivos de su misión: al empezar la vida pública, al escoger a los Doce, en la Pasión (y hay muchos ejemplos más). En la vida de Jesús, dada su relación con el Padre, la oración es algo que brota espontáneamente, como el agua de la fuente y la luz del sol.

Fíjense que Jesús no empieza por enseñar a orar a sus discípulos, sino que les predica el Reino de Dios, y de esta adhesión [o fe] en el Reino brotará la necesidad de orar. Y así sucede que después de convivir durante bastante tiempo le piden que les enseñe a orar. La oración de Jesús es un clima y un modo de vida más que unos actos o un culto a Dios. Por eso, une la oración a la fe al final del Evangelio de hoy (18, 1-8). Sin fe, la oración no tiene sentido, no se entiende. Por eso lo primero es la Evangelización en tiempos de Jesús y en los nuestros.

Pidamos al Padre que nos enseñe a hacer de nuestras vidas una perseverante oración, por la que asumamos el compromiso de ofrecernos también nosotros a Él, como Cristo, por la salvación de todos nuestros hermanos y hermanas.

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