12-13 de septiembre: Señor, No Soy Digno…

Tener la clase de fe que llena a Dios de admiración no es poca cosa. La fe y la conducta del anónimo oficial romano (Lucas 7, 1-10: “Señor, no te molestes; no soy yo quién para que entres bajo mi techo; por eso tampoco me creí digno de venir personalmente. Dilo de palabra, y mi criado quedará sano…”) eran tan profundas que sus palabras han entrado en el Rito de la Comunión de la Santa Misa (“Yo no soy digno…”). Sin duda, lo merecía, ya que exhibió muchas virtudes Evangélicas: una profunda fe que honraba a Dios y confesaba su propia indignidad; una profunda confianza en que Jesús haría lo correcto por su siervo; una genuina preocupación por el bienestar de su siervo. Aunque era un oficial romano, respetaba las tradiciones religiosas de los judíos y les proporcionaba una sinagoga. ¡Qué mayor prueba necesitaba Jesús de su amor a Dios y al prójimo!

Es una verdadera vergüenza que hermanos que se encuentran en el Señor, escuchan su palabra, y se alimentan de la misma mesa (¡con el mismo pan de la Eucaristía!) estén divididos y fomenten falta de respeto, discriminación, y desintegración entre unos y otros. Para permanecer siempre unidos en el mismo amor, que Dios, en su bondad, nos bendiga a todos.

Oremos. “Padre de bondad, sea cual sea nuestra procedencia social, ricos o pobres, santos o pecadores, sanos y robustos o débiles y enfermos, guárdanos siempre unidos en mutuo respeto y amor en la Iglesia. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.”

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