10 de marzo: Los Mandamientos

¿Qué sentido tienen para nosotros los mandamientos de la Ley de Dios? Para algunos, son el resumen y la cima de toda moralidad; para otros, regulaciones estrechas y fuera de moda; y aún para otros, obstáculos para la libertad del Evangelio.

Para nuestros antepasados en Israel, eran la expresión de fidelidad a Dios y al pueblo entero, como parte de la Alianza con Dios. Los mandamientos eran el camino para liberarse de toda forma de esclavitud: de los otros dioses, del egoísmo, del rencor, y de la explotación de una persona por otra. Eran el signo de pertenencia del pueblo a Dios, y de la cercanía de Dios al pueblo. Y testificaban que el amor a Dios y el amor al prójimo no pueden separarse.

En Cristo, todo esto queda cumplido, y mucho más. Los mandamientos permanecen, y se convierten en un paso fundamental, no hacia la salvación por medio de observancias concretas, para buscar comunicación con Dios en Cristo y comunión con nuestro prójimo; y están animados por el amor.

Que el gran mandamiento que nos dio Jesús (el amor) guíe nuestra vida y la haga rica y hermosa. Lo recordamos: “Amen a Dios,  y a su prójimo como a ustedes mismos.”  Contamos con la fuerza y gracia del Señor.

Oremos. “Señor Dios nuestro, tú nos has dado tus mandamientos para ponernos en el camino de la auténtica libertad, libertad de todas formas de alienación. Te pedimos que aprendamos a obedecerlos no para salvarnos por medio de observancias ni para hacerte favores a ti, sino para, siendo libres, entregarnos a ti y a tu pueblo y vivir en tu amor, con Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor. Amén.”

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