10-11 de septiembre: Preparándonos Para Celebrar la Misa Dominical

Dios nos acoge de nuevo con alegría.

Antes de venir a Misa, será buena idea leer las lecturas. Será buena idea notar que las tres giran todas ellas en torno a la misericordia divina, el retrato de Dios que jamás pudiéramos imaginar. En la primera, escuchamos cómo el pueblo hebreo se rebela contra Dios adorando un becerro de oro. El pecado merecía la destrucción del pueblo, pero ante la intercesión de Moisés, Dios lo perdona por su misericordia. En la Carta Primera a Timoteo, San Pablo confiesa su historia pecadora. San Pablo, que había sido perseguidor violento y soberbio, se ve elegido por Dios por pura misericordia para que sea su testigo.

En el Evangelio, las tres parábolas de capítulo 15 son llamadas “parábolas de la misericordia.” San Lucas las sitúa en un contexto escandaloso para escribas y fariseos, contexto que no debiéramos pasar por alto. Jesús se ve rodeado de personas de mal vivir y conducta dudosa; todos se sienten acogidos y acuden a Él – publicanos y pecadores. Además entraba en sus casas y comía con ellos. Todos se arremolinan para escucharle.

Jesús, con su conducta, transgredía la ley judía alimentaria, la clave de la identidad religiosa judía. A cierta distancia, se sitúan los escribas y fariseos – ellos siempre justos y jueces de la conducta ajena – le acechaban y murmuraban, porque acogía y comía con gente pecadora. Jesús echaba por tierra la religiosidad que no sale del corazón, los guetos y la supuesta superioridad farisaica. Él ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido.

El mensaje de las tres lecturas es de gran alegría y paz: Dios es feliz perdonando a los pecadores. Los acoge y los abraza. Es lo que ha hecho con nosotros. ¿Cuántas veces? ¿No podemos hacer lo mismo nosotros, los unos con los otros?

Lecturas: (Éxodo 32, 7-11.13-14; 1 Timoteo 1, 12-17; y Lucas 15, 1-32)

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Oremos. “O Dios, lleno de paciencia: tú sientes inmensa alegría al perdonar al pecador arrepentido. Incluso permitiste que tu Hijo entregara su vida para traernos perdón y vida. Dispón a aquellos a quienes hemos ofendido a que nos perdonen; y haz que nosotros también estemos siempre dispuestos a perdonar de corazón, y sin arrepentirnos de ello, a los que nos han ofendido. Que seamos personas que sepan perdonar y también aceptar el perdón con la humildad y bondad que tú nos has manifestado en Jesucristo nuestro Señor. Amén.”

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