10-11 de diciembre: Preparándonos para Celebrar la Misa Dominical

El Tercer Domingo de Adviento: Reciente aún la Inmaculada Concepción de María, nos metemos de lleno en el Adviento “natalicio,” centrando nuestra mirada en la primera venida de Cristo, su encarnación. Tradicionalmente se le ha llamado el domingo Gaudete, “de la alegría,” porque la lectura del profeta Isaías anuncia una época de gozo como fruto de la intervención de Dios en la historia del pueblo.

Isaias 35 es un grito de júbilo ante la manifestación de la gloria de Dios en la historia de Israel. Usa imágenes del paisaje sugiriendo la descripción de un segundo “éxodo,” seguramente después del exilio a Babilonia, pero que tiene su raíz en el primer “éxodo” desde Egipcio. La naturaleza es presentada como una imagen de la salvación de Dios. El desierto de Israel se transforma en un jardín florecido. La consecuencia inmediata de la gloria de Dios es la curación de los ciegos, de los mudos, y de los cojos, que manifestarán el poder del Señor ante la enfermedad y las limitaciones humanas. Igualmente, la gloria divina dará el valor necesario a los que dudan, a los débiles, y a los que tienen miedo.

El profeta describe la victoria definitiva de Dios cuando se manifiesta en su gloria ante los hombres, ya que entonces no habrá dolor, ni limitación, ni enfermedad; y los hombres cantarán jubilosos por lo bueno que es Dios, y solo reinarán la alegría y la felicidad.

En medio del ruido de estos últimos días del Adviento, ¿podemos buscar unos momentos de quietud para ejercitar nuestro corazón con el deseo de la venida del Señor, acontecida ya en la historia, actualizada en cada persona y acontecimiento? ¿Podemos fortalecer nuestro corazón con obras de preparación para que el Señor siga viniendo a nuestro mundo a través de nuestro amor y compasión?

Oremos. “Oh Dios, ayúdanos a fortalecer a los cansados, a dar esperanza a los desalentados, a estar cerca de los pobres y débiles, y a levantar, con la amabilidad de Jesús, a los que se sientan derrotados en la cuneta de la vida. Pero, acuérdate también de nosotros, Padre, ya que somos ciertamente necesitados y quédate con nosotros por medio de Jesucristo nuestro Señor. Amén.”

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