1 de septiembre: Diez Doncellas y el Esposo

En la parábola de las doncellas (Mateo 25, 1-13), la enseñanza es sencilla y la explicita Jesús en sus palabras finales: “Estén preparados, porque no saben ni el día ni la hora.” Cada minuto, cada segundo es importante en nuestra vida y hay que vivirlo a tope. No podemos dormirnos en los laureles. Hay que estar atentos y ser prudentes, tener aceite en nuestras lámparas, y dedicar la vida al servicio del Esposo (Jesús) . O lo que es lo mismo, al servicio de la buena nueva del Reino. Porque es lo único que vale la pena.

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En los últimos capítulos del Evangelio de San Mateo, Jesús habla de lo que hacemos por el Reino de Dios con los dones y talentos que hemos recibido de Él. Para el Reino esto significa animar a la Iglesia y al mundo con una fe, una esperanza, y un amor que nos transformen a nosotros mismos, a la misma Iglesia, y al mundo. Para este fin, hacemos inversión de nosotros mismos, tomamos riesgos, y nos involucramos.

Al mismo tiempo, si buscamos una decepcionante seguridad personal en nuestras pequeñas prácticas religiosas o en nuestra inmovilidad, entonces estamos cavando un hoyo en el campo, estamos enterrándonos a nosotros mismos, optamos por la muerte, y nos devaluamos. ¿Usamos los talentos recibidos de Dios como un capital no simplemente para sentirnos orgullosos de él, sino para hacerle rendir intereses para los planes de Dios sobre nosotros y sobre el mundo?

Cada uno de nosotros hemos recibido de Dios dones muy particulares, muchas veces únicos e irrepetibles. Para que seamos buenos “negociantes” con los talentos que Dios nos ha dejado a nuestro cuidado, pocos o muchos, que su bendición descienda sobre nosotros y nos acompañe siempre.

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