5 de abril: Lunes de Pascua (La Octava de Pascua)

¿Qué significa “la Octava de Pascua?” Con el Domingo de Resurrección comienza los cincuenta días del tiempo pascual que concluye con la Solemnidad de Pentecostés. “La Octava de Pascua” se trata de la primera semana de la Cincuentena; se considera como si fuera un solo día, es decir, el júbilo del Domingo de Pascua se prolonga ocho días seguidos.

Para reflexionar: El misterio pascual es algo a la vez nuevo y antiguo, eterno y temporal, corruptible e incorruptible, mortal e inmortal. Antiguo según la ley, pero nuevo según la Palabra encarnada; temporal en la figura, eterno en la gracia; corruptible en cuanto a la inmolación del cordero, incorruptible en la vida del Señor; mortal por su sepultura bajo tierra, inmortal por su resurrección de entre los muertos. La ley, en efecto, es antigua, pero la Palabra es nueva; la figura es temporal, la gracia es eterna; el cordero es corruptible, pero incorruptible es el Señor, que fue inmolado como un cordero y resucitó como Dios. Dice la Escritura: Era como cordero llevado al matadero, y sin embargo no era ningún cordero; era como oveja muda, y sin embargo no era ninguna oveja. La figura ha pasado y ha llegado la realidad: en lugar del cordero está Dios, y en lugar de la oveja está un hombre, y en este hombre está Cristo, que lo abarca todo. Por tanto, la inmolación del cordero, la celebración de la Pascua, y el texto de la ley tenían como objetivo final a Cristo Jesús pues todo cuanto acontecía en la antigua ley se realizaba en vistas a Él, y mucho más en la nueva ley.

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Si creemos en todo lo que celebramos estos días Pascuales, es el momento de salir al encuentro de nuestros hermanos y hermanas y decirles que también nosotros nos hemos encontrado con Jesús resucitado y que Él está vivo en medio de nosotros. Para ello, es necesario que vayamos a las “Galileas” de nuestros tiempos y allí reencontrar los rostros sufrientes que necesitan la buena noticia de la Resurrección.

Según el Papa Francisco: “No tengan miedo. Digan a sus hermanos y hermanas que el Señor está vivo y resucitado.  Que Él esté también vivo en nuestras comunidades, en nuestra alegría, nuestra fe, y en nuestra disposición para servir y amar.”

Oremos. “O Dios, nuestro corazón está contento y se regocija y nos sentimos seguros en nuestra fe porque tenemos una persona viva en la que creer, Jesucristo, resucitado de entre los muertos. Que Él nos muestre el verdadero camino de la vida para que vivamos en la alegría de su presencia y que Él nos dé la gracia de hacernos sus testigos, de forma que podamos proclamar con nuestra vida entera que Jesucristo es nuestro Señor, glorioso y resucitado, ahora y por los siglos de los siglos. Amén.”

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