29-30 de enero: Preparándonos Para Celebrar la Misa Dominical

El día en que fuimos Bautizados, y nos ungieron con el “Óleo Sagrado,” el sacerdote pronunció sobre nosotros estas palabras:

Dios todopoderoso, Padre de nuestro Señor Jesucristo,

que te ha liberado del pecado y dado nueva vida por el agua y el Espíritu Santo,

te consagre con el óleo de la salvación para que entres a formar parte de su pueblo y seas para siempre miembro de Cristo sacerdote, Cristo profeta, y Cristo rey.

Es decir: que todo Bautizado ha recibido una llamada de Dios para que sea su profeta, su portavoz, su mensajero. Y por lo tanto podemos aplicarnos nosotros lo mismo que escuchó el profeta Jeremías: “Antes de formarte en el vientre, te escogí; antes de que salieras del seno materno, te consagré, y te nombré profeta.” Nada menos que Dios soñando desde toda la eternidad contigo, para encomendarte una tarea: comunicar a “alguien” lo que Él nos diga. Todo un Dios esperando tu respuesta, que acojas su Palabra, que la hagas palabra tuya, y que la anuncies, aunque tengas que ir contracorriente, y te veas viviendo de distinta manera a cómo vive todo el mundo … más que nada, porque el mundo no va como Dios quiere.

La Buena Noticia que compartimos cada ocho días es un mensaje de esperanza y amor que es más fuerte que todo el mal y que toda contradicción. Que la palabra de Dios nos mantenga sensibles siempre a las necesidades de nuestro tiempo y a los valores que fácilmente olvidamos.

Oremos. “Padre, despiértanos con tu palabra profética y danos hoy profetas que nos animen a hacer todo lo que podamos y a esperar todo del futuro que tú has comenzado en nosotros por medio de Jesucristo nuestro Señor. Amén.”

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