25 de febrero: “Pidan, Busquen, Llamen”

La Cuaresma es un llamado a la oración. Reza el que espera, el que se sabe necesitado. Y tiene esperanza el que reza. San Agustín nos dijo: “La oración es intérprete de la esperanza.” En este momento de fragilidad y de confianza, volvemos el corazón a Dios todopoderoso. Pedimos que venga en nuestro auxilio.

Confiamos que en todas las circunstancias de nuestra vida la providencia de Dios está presente y actuante. Es tiempo para meditar en su Palabra, y alimentarnos de ella. Estamos invitados a escuchar, meditar, y hacer oración con la Palabra de Dios de todos los días; también a frecuentar la oración de los salmos que reza la Iglesia y a dejar que la Palabra vaya evangelizando nuestra forma de sentir y de pensar, ayudándonos a discernir lo que Dios nos pide en este momento concreto de nuestra historia.

Jesús mismo nos invita a orar con confianza y perseverancia. Del mismo modo que nos revela como es el corazón del Padre que sabe dar “cosas buenas a los que le piden” (Mateo 7,11), nos indica cómo debe ser la actitud de un corazón orante: “pidan, busquen, llamen…” Durante este tiempo de Cuaresma se nos invita a redescubrir, en la sencillez de los momentos de oración que tenemos cada día, una verdad profunda: Dios es nuestro Padre y nos ama con un amor sin límites, está obrando siempre, sin cansarse, para nuestro bien.

Pidamos al Señor que renueve en nosotros el valor de la oración sobre la que se basa cada día la audacia de compartir el dolor y la angustia de nuestros hermanos. Sobre todo, en este tiempo de sufrimiento, abandono, y angustia a causa de la pandemia del Covid-19. Que el Señor nos conceda cada día, sobre todo en los momentos más difíciles, de hacer de nuestra propia vida un templo donde resuene el grito de la humanidad que sale hasta el corazón del Padre de todos. Amén.

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