20-21 de noviembre: Preparándonos para Celebrar la Misa Dominical

Con la Solemnidad litúrgica de Jesucristo, Rey del Universo, terminamos el año litúrgico. El próximo Domingo, primer Domingo de Adviento, con el que reiniciaremos de nuevo proceso celebrativo nos llevará a revivir y participar un año más de las gracias que Dios nos ofrece y que nosotros hemos de pedírselas con inquebrantable fe y la confianza de que Él nos escucha siempre.

El Reinado de Dios en Jesucristo no es de poder temporal ciertamente, pero eso no significa que no esté presente y no se realice ya en este mundo. De hecho, Él nos enseñó a pedir a Dios en el Padrenuestro: Venga a nosotros tu reino (Mateo 5, 10) aquí y ahora en nuestra tierra, y no sólo para el más allá de los tiempos. Sin embargo, el Reino de Dios que nosotros deseamos en la oración del Padrenuestro no requiere aparato burocrático alguno, ni tampoco fuerza política para imponer la ley Evangélica. El Reino de Dios comienza siendo una oferta de salvación y soberanía amorosa sobre la vida de los hombres, sus hijos. Por eso mismo, cuenta con la libertad de éstos, que el Señor siempre respeta; y es que a nadie se le deberá imponer su pertenencia contra su voluntad.

Nosotros hemos recibido de Él la misión de servir a su “Reino de verdad y de vida, de santidad y de gracia, de justicia, amor y paz,” que son las dimensiones del Reinado de Cristo, Rey del Universo. Valores, todos ellos, que deben defenderse con firme tesón, porque el señorío y la realeza de Cristo han de hacerse presentes en el mundo a través de los creyentes y de la comunidad eclesial en su conjunto; no por sus privilegios en influencias sociales, ciertamente, sino “por el servicio a la verdad y a la justicia, a la fraternidad y la convivencia en el amor, a la paz y la liberación integral del hombre.” Cuando todo esto se va haciendo realidad, allí está presente y actuando eficazmente el reinado de Dios por Jesucristo.

Oremos. “O Dios, nos enviaste a Jesús tu Hijo como el humilde siervo de tu amor, que ofreció su vida por todos en la cruz. Danos suficiente fe para aprender de Él que servir es reinar y que dar nuestra vida por los demás es encontrar una alegría y felicidad que nadie nos puede arrebatar. Te lo pedimos en el nombre de Cristo, que es nuestro Rey y Señor, ahora y por los siglos de los siglos. Amén.”

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