19 de noviembre: Ven Espíritu Divino

El domingo pasado en Roma, el Papa Francisco animó a rezar con confianza al Espíritu Santo para que nos ayude en nuestra debilidad y para ello propuso la bella oración de la liturgia de Pentecostés. “Los animo a pedir con confianza al Espíritu Santo que ayude nuestra debilidad, lo podemos hacer con la oración que nos propone la liturgia del día de Pentecostés y que comienza así: ‘Ven Espíritu divino, manda tu luz desde el Cielo. Padre amoroso del pobre, don en tus dones espléndido. Luz que penetra las almas, fuente del mayor consuelo.’ Nos hará́ bien recitarla frecuentemente, nos ayudará a caminar en la alegría y la libertad,” dijo el Santo Padre en su Audiencia General.

Al concluir con su serie de catequesis sobre la Carta de San Pablo a los Gálatas, el Papa destacó la enseñanza de San Pablo que “genera en nosotros entusiasmo; nos sentimos impulsados a seguir en seguida el camino de la libertad, a ‘caminar según el Espíritu,’ y siempre caminar según el Espíritu nos hace libres.”

Sin embargo, el Papa advirtió que cuando “somos conscientes de nuestros límites, porque tocamos con la mano cada día lo difícil que es ser dóciles al Espíritu,” puede surgir “el cansancio que frena el entusiasmo. Nos sentimos desanimados, débiles, a veces marginados respecto al estilo de vida según la mentalidad mundana.” Ante eso, el Santo Padre alentó a “invocar más a menudo al Espíritu Santo” y agregó que “podemos hacerlo con palabras sencillas, en los diferentes momentos del día.” Además, el Papa Francisco sugirió que “podemos llevar con nosotros, quizá́ dentro de nuestro Evangelio de bolsillo, la bonita oración que la Iglesia recita en Pentecostés,” que es la secuencia al Espíritu Santo, porque “es una oración bellísima.”

Oremos. “Ven Espíritu Divino,

manda tu luz desde el cielo,

Padre amoroso del pobre;

don en tus dones espléndido;

luz que penetra las almas;

fuente del mayor consuelo.

Ven, dulce huésped del alma,

descanso de nuestro esfuerzo,

tregua en el duro trabajo,

brisa en las horas de fuego,

gozo que enjuga las lágrimas

y reconforta en los duelos.

Entra hasta el fondo del alma,

divina luz y enriquécenos.

Mira el vacío del hombre

si Tú le faltas por dentro;

mira el poder del pecado

cuando no envías tu aliento.

Riega la tierra en sequía,

sana el corazón enfermo,

lava las manchas, infunde

calor de vida en el hielo,

doma el espíritu indómito,

guía al que tuerce el sendero.

Reparte tus Siete Dones

según la fe de tus siervos.

Por tu bondad y tu gracia

dale al esfuerzo su mérito;

salva al que busca salvarse

y danos tu gozo eterno. Amén.”

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