16-17 de enero: Preparándonos para Celebrar la Misa

San Juan Bautista invitará a dos de sus discípulos a marcharse de su lado para que “convivan” con el Señor al menos durante un día. Hace falta, por tanto, salir de la comodidad de “la cama,” de mi barca y mis redes, de mi “grupo de siempre,” de mis costumbres y mis oraciones de siempre… para encontrarse con el Señor… donde el Señor está, donde Él “vive,” donde Él va, con los que Él prefiere estar (Juan 1,35-42).

Los llamados, los que ya han tenido la experiencia de “conocer” aunque sólo sea un poquito más, se convierten en “llamadores.” Esa ha sido la tarea de San Juan Bautista, y de los dos primeros discípulos de Jesús: “Hemos encontrado al Mesías”… y llevaron (a Pedro en este caso) hasta Jesús. Ellos han sido los responsables de que otros se encuentren con Dios y le respondan.

Por eso es indispensable que todo creyente hable y comparta con otros hermanos y hermanas su experiencia de haber encontrado al Mesías, de haber pasado “todo un día con Él,” de haber escuchado su llamada, de haber tenido que hacer sus renuncias para hacer posible el encuentro, y de haber sentido cómo puso en Él su mirada para encomendarle alguna tarea.

Dios Padre y su Hijo Jesucristo “necesitan” siempre de colaboradores a tiempo pleno para sacar adelante su proyecto de vida. Ni el Padre ni el Hijo hacen las cosas ellos solos, y por eso derraman continuamente su Espíritu en nuestros corazones. Cuando hay tanto que hacer en la Iglesia y en el mundo, y cuando hay tantas cosas que no se hacen… ¿no será que no estamos escuchando la Palabra, que no acudimos a algún maestro de vida, que no nos levantamos “de la cama,” que no salimos de nuestras redes, que no damos la respuesta adecuada a nuestras inquietudes interiores? Cada oración que dirigimos a Dios pidiéndole algo, tiene que ir acompañada necesariamente de otra oración: “Habla, Señor, que tu hijo escucha, aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.” Porque orar no es esperar que Dios arregle nuestras cosas, sino ponernos en sus manos para que Él pueda arreglarlas.

Oremos. Padre bondadoso, tú nos conoces y nos llamas por nuestro nombre aun antes de que pudiéramos conocerte y amarte. Queremos oír y prestar atención a las inspiraciones de San Juan Bautista y a tu Palabra para seguir a Jesús tu Hijo. Que Él llegue a ser íntimo y familiar a nosotros, para que aprendamos de Él a vivir para ti y para nuestros hermanos y hermanas. Ayúdanos a vivir con Él y en Él, pues es nuestro Señor y Salvador por los siglos de los siglos. Amén.

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