Después de muchas semanas de fiesta (la Navidad, la Sagrada Familia, la Madre de Dios, la Epifanía, y el Bautismo del Señor), hemos regresado al “tiempo ordinario.” Ordinario en este sentido no significa “sin importancia.” Hay tantas formas “ordinarias” en las que Dios continúa hablándonos en la vida. Estemos atentos a su presencia; aprendamos a verle, a oírle, y a ser cercanos e íntimos suyos.
Estamos llamados todos a la santidad. Pero el gran desafío es siempre el “cómo” hacerlo. ¿Cómo podemos crecer en santidad? ¿Qué pasos debemos dar para ello? Un buen lugar para empezar es reflexionar sobre lo que hacemos todos los domingos. Hay una profunda lógica interna en el año litúrgico de la Iglesia, un gran poder espiritual.
La verdad es que la Iglesia brinda los medios para que los fieles alcancemos la santidad. Estos son los sacramentos, las oraciones, enseñanzas, devociones, y las obras de caridad y misericordia. Asimismo, los tiempos litúrgicos son un medio para entender la lógica espiritual de la santidad. Mas en específico, en este tiempo ordinario somos testigos del drama de la misión de Jesús, de todos sus milagros, enseñanzas, y encuentros con la gente. Estamos invitados a estar atentos a los signos de su presencia y a escuchar a su voz.
Oremos. “Oh Dios, no permitas que nos perdamos y nos olvidemos de ti, sino ayúdanos a volver siempre a ti, que eres el centro de nuestro ser y de nuestra vida, por medio de Jesucristo, nuestro Señor. Amén.”
