12-13 de junio: Preparándonos para Celebrar la Misa Dominical

“Con el Reino de Dios ‘sucede’ como le ‘sucede’ a un hombre que echa semilla en tierra.”

El sembrador (hombre) podría ser el mismo Jesús, tal como se presenta en otras parábolas. Pero también cualquiera de los discípulos empeñados en continuar la misión de Jesús. Lo primero que se señala es que se echa semilla “en la tierra.” El hombre está hecho de tierra, de buena tierra, y ha recibido múltiples semillas. Dios nos ha sembrado, no sólo una vez, sino muchas, como hacen todos los sembradores.

Las semillas nos hablan de vida. Hay muchas semillas de vida ya plantadas en nosotros, y otras que irán llegando y que darán fruto. Los Evangelios están llenos de referencias a la vida: Jesús sana, es pan de vida, agua de vida, sacia el hambre de las multitudes, ofrece las claves de la felicidad (Bienaventuranzas), multiplica los panes, rehabilita e integra en la comunidad, y perdona. “La palabra que sale de mis labios no vuelve a mí sin producir efecto.” (Isaías 55, 10-11).

Así que lo que han de saber sus discípulos es que su tarea principal es sembrar, no cosechar. No deben vivir pendientes de los resultados. No tienen que andar preocupados por la eficacia ni el éxito inmediato. Su atención se centrará en sembrar bien el Evangelio. Los colaboradores de Jesús han de ser sembradores. Nada más. Como dice José Ángel Buesa (1910-1982):

“Alza la mano y siembra, con un gesto impaciente, en el surco, en el viento, en la arena, en el mar… Sembrar, sembrar, sembrar, infatigablemente: En mujer, surco o sueño, sembrar, sembrar, sembrar… Hay que sembrar un árbol, una ansia, un sueño, un hijo. Porque la vida es eso: ¡Sembrar, sembrar, sembrar!”

Al mirar nuestros esfuerzos y la obra de Dios en nosotros, lo que necesitamos es paciencia, junto con un sentido de humilde modestia. Nuestros esfuerzos ciertamente no son inútiles, pero cuando intentamos hacer el trabajo de Dios o de su Reino tenemos que recordar y respetar siempre que Dios es el protagonista y primer agente en todo esto: Él planta, Él hace crecer, Él recogerá la cosecha. Pero Él espera también que nosotros colaboremos seriamente con Él. Que el Señor nos bendiga por esta tarea y que nuestra esperanza en Él nos sostenga siempre.

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