11-12 de mayo: Amigos del Señor

“Ámense como yo les he amado.” (Juan 15, 12-17)

Estas palabras del Señor nos resultan un poco incómodas. Es relativamente fácil amar a Dios, aunque con frecuencia nos parece que Él está lejos; al menos pensamos que es fácil amarle. Pero se nos antoja muy difícil amar a todos y cada uno de nuestros hermanos y hermanas, a todos sin excepción, incluso al vecino que desquicia nuestros nervios, al antipático cascarrabias de la puerta de al lado, a la peste aburrida que en el trabajo no nos deja pegar golpe, o al mendigo desaliñado. Decimos: “¡son tan diferentes a nosotros!”

Pensamos: “quizás pudiéramos amarles más y mejor, si no estuvieran tan cerca de nosotros.” Y hasta nos parece que amarles como el Señor nos ama, con el mismo amor que se olvida de sí mismo y se sacrifica, es mucho exigir. Nosotros no los elegimos a ellos. Ellos y Dios nos escogieron para que nos hiciéramos sus prójimos. Pero el Señor nos eligió a todos, nos tomó y aceptó tal como somos, y nos llamó “amigos.”

Oremos. “Padre, haznos conscientes de que tú nos has aceptado tal como somos y aun así nos amas sin reserva. Danos fuerza para ser pacientes con todos, para comprenderlos y amarlos, porque tú nos has elegido a todos como amigos y eres nuestro Dios y Señor por los siglos de los siglos. Amen.”

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