1-2 de octubre: Preparándonos para Celebrar la Misa Dominical

Si la Fe se alimenta de la Palabra de Jesús escuchada, acogida, y puesta en práctica, la alusión al servicio no es casual (Lucas 17, 5-10). La Fe no es una confianza pasiva, sino que nos pone en pie y nos hace vivir activamente – actuar. Y, ¿cuál es el género de acción que, como fruto de la semilla, procede de la fe en Jesucristo?

El que cree en Él debe vivir como vivió Él (1 Juan 2, 6). Si Él vino a servir y a entregar su vida en rescate por muchos (Mateo 20, 28), el discípulo de Jesús ha de ser un servidor de Dios y de sus hermanos y hermanas. Si es un verdadero creyente, éste es el milagro que la Fe opera en él: arrancarlo de las raíces del egoísmo y de la seguridad, y plantarlo en el mar arriesgado del servicio a los demás.

Después del Concilio Vaticano II en pleno proceso de renovación Eclesial había un dicho muy significativo sobre el papel y el sentido de la Iglesia en el mundo: “una Iglesia que no sirve, no sirve para nada.” Lo mismo podemos decir nosotros de nuestra Fe: una Fe que no nos pone en una actitud de servicio es una fe débil y mortecina, si no ya totalmente muerta. Pero también la inversa es verdadera: para fortalecer, reavivar, y aumentar nuestra Fe, además de pedírselo al Señor en la escucha de su Palabra, hemos de ponernos enseguida al servicio de los demás.

Oremos. “Padre, te damos gracias por nuestra Fe que de ti hemos recibido como un don a desarrollar con tu ayuda. Haz que nuestra fe crezca cada día, que dé sentido a nuestra vida, y que se exprese en amor y justicia. Que nos traiga alegría y comprensión y nos acerque a ti y a los hermanos y hermanas. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor. Amén.”

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