1-2 de agosto: Preparándonos Para Celebrar La Misa

Anticipando la Misa del decimoctavo domingo del año, será buena idea leer las Escrituras (las lecturas) que vamos a compartir: http://www.usccb.org/bible/lecturas/080220.cfm Orientación: Las lecturas de este día giran en torno a la compasión. El Dios revelado en la Biblia es un Dios apasionado y compasivo. Dios se “compadece” con la persona humana porque la ama,  “padece con” el ser humano débil, roto, sin esperanza, y necesitado.

La lectura del profeta Isaías (Is. 55,1-3) forma parte del denominado “Libro de la Consolación,” y en este poema el profeta intenta levantar los ánimos de los desterrados con la esperanza de la inminente vuelta a su tierra. La compasión se muestra con una sencilla imagen: un vendedor ambulante que ofrece su mercancía, trigo, agua, vino, y leche, a hombres hambrientos y sedientos. Esos productos son para todos, son gratuitos; el único requisito exigido es tener necesidad de comer y beber.

San Pablo en la carta a los Romanos (Rom. 8,35.37-39) nos invita a la confianza inquebrantable en el amor de Dios, que es el fundamento de nuestra seguridad. Dios compadeciéndose nos sostiene y fortalece frente a las vicisitudes de la vida.

La compasión es presentada en el Evangelio (Mt. 14,13-21) como signo de que el Reino de Dios ya ha llegado. La compasión es parte fundamental del Reino al dar gratuitamente lo que uno tiene. Así el milagro de la multiplicación de los panes es una “señal” de la vida que ha venido a traer Jesús al mundo. Una vida abundante. El número doce seguramente se relaciona con los discípulos que no son los dueños, sino los distribuidores del pan.

Oremos. Oh Dios, Padre nuestro compasivo: Tú viste con agrado que tu Hijo Jesucristo diera alimento a todos los hambrientos de cualquier clase de hambre. Danos la gracia de ser compasivos  para con todos los pobres de nuestros días. Enséñanos a percibir sus necesidades, a sufrir con ellos, a compartir su angustia, a vendar sus heridas, y a aplacar sus hambres. Danos la fuerza necesaria para hacer todo esto en virtud de la fuerza del alimento que Jesús nos da cada día con su gracia y bendición. Él que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

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