9 de agosto: Viviendo al Estilo de los Santos

Nos parece que entre todos estamos consolidando una sociedad hecha sólo para los fuertes, para los agraciados, para los sanos, para los triunfadores, y para los que son capaces de gozar y disfrutar de la vida. Procuramos rodearnos de personas simpáticas que no pongan en peligro nuestro bienestar; convertimos la amistad y el amor en un intercambio mutuo de favores. Sólo que así no es posible experimentar la alegría de contagiar y dar vida.

Pero … hay una nueva manera de amar, que debemos recuperar en nuestros días, y que consiste en acompañar a vivir a quien se encuentra hundido en la soledad, bloqueado por la depresión, atrapado por la enfermedad, marginado por la droga o, sencillamente, vacío de toda alegría y esperanza de vida. Ésta es la invitación urgente que nos hace el Señor: vivir abiertos a los demás y siempre en actitud de caminantes, al estilo de los santos. Durante esta semana vamos a celebrar las fiestas de: Santa Teresa Benedicta de la Cruz, San Lorenzo, Santa Clara, Santa Jane Frances de Chantal, Santos Ponciano y su compañero San Hipólito, y también San Maximiliano Kolbe. Santos de Dios, ruegan por nosotros.

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Hoy celebramos la Fiesta de Santa Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein), quien nació en 1891. Fue la última de 11 hermanos de una familia judía devota. Ella murió en una cámara de gas de Auschwitz el 9 de agosto de 1942.

Santa Teresa fue una estudiante brillante y culminó su tesis y obtuvo el Doctorado en Filosofía con el grado de summa cum laude. Luego de que muchos de sus amigos fueran enrolados para servir en la Primera Guerra Mundial, Edith se enroló de voluntaria junto con otras estudiantes mujeres para trabajar en hospitales militares. Tras retornar de la experiencia de la guerra, retomó su vida de estudiante, pero las dudas profundas, el insaciable hambre de verdad volcado a la filosofía y el testimonio de muchos cristianos comenzaron a socavar en ella su hasta entonces radical ateísmo. Sobre todo, la lectura de la vida de Santa Teresa de Ávila, terminaron completando la obra que Dios había iniciado en ella: su conversión al catolicismo. El 1 de enero de 1922 recibió el bautismo.

El 14 de octubre de 1933, a la edad de 42 años, Edith Stein ingresa al convento carmelita en Cologne tomando el nombre de Teresa Benedicta y reflejando su especial devoción a la pasión de Cristo y su gratitud a Teresa de Ávila por su amparo espiritual.

En 1938 la situación en Alemania empeoró. El 31 de diciembre de 1938, fue llevada a Holanda. En la Comunidad Holandesa de las Carmelitas, la protección de Edith Stein en contra de la persecución de los judíos fue temporal. Mientras la policía nazi que exterminaba a los judíos era rápidamente implementada cuando Holanda fue ocupada, los judíos que profesaban la fe católica fueron inicialmente dejados en paz. Sin embargo, cuando el Obispo de Netherlands redactó una carta pastoral en donde protestaban severamente en contra de la deportación de los judíos, las reglas nazis reaccionaron ordenando la exterminación de los bautizados judíos.

Por esa razón, el 2 de agosto, después de que las carmelitas habían pasado su día como siempre, rezando y trabajando, los oficiales fueron al convento y se la llevaron junto con Rosa (su hermana). Asustada por la multitud y por no poder hacer nada ante la situación, Rosa se empezó a desorientar. Un testigo relató que Edith tomó de la mano a Rosa y le dijo tranquilamente: “Ven Rosa, vamos a ir por nuestra gente.” Juntas caminaron hacia la esquina y entraron en el camión de la policía que las esperaba. Hay muchos testigos que cuentan del comportamiento de Edith durante esos días de prisión, el campamento central de detención en el norte de Holanda; cuentan de su silencio, su calma, su compostura, su autocontrol, su consuelo para otras mujeres, su cuidado para con los más pequeños, lavándolos y cepillando sus cabellos y cuidando de que estén alimentados.

Oremos. “Señor, Dios de nuestros padres, tú condujiste a Santa Edith Stein a la plenitud de la ciencia de la Cruz al momento de su martirio. Llénanos con el mismo conocimiento; y, por su intercesión, permítenos siempre seguir en búsqueda de ti, que eres la suprema Verdad, y permanecer fieles hasta la muerte a la alianza de amor ratificada por la sangre de tu Hijo  por la salvación de todos los hombres y mujeres. Te lo pedimos por nuestro Señor. Amén.”

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