8 de diciembre: La Inmaculada Concepción de la Virgen María

Santa María guía en el camino a todos los que caminan hacia el Señor. Hoy la Iglesia aplica a ella, la virgen concebida sin pecado, las palabras del profeta: “Me regocijo de alegría en el Señor, mi alma se alegra en mi Dios.” ¿Por qué esta alegría? Porque ella es como el jardín de la humanidad donde Dios hace brotar la buena semilla. Porque ella es la sierva del Señor y la imagen de lo que la Iglesia habría de ser. Dios es fiel a sus promesas y, por medio de Santa María, nos dio a nuestro Salvador. Ella es “el paraíso restaurado” donde Dios y el pueblo se encuentran mutuamente.

A un mundo en espera de salvación, Santa María le dio un Salvador, porque dijo su “Sí” al Plan de Dios. A un mundo que hoy busca y espera sentido y esperanza, le podemos dar nosotros la paz y la justicia de Cristo, si estamos también dispuestos a decir nuestro  “Sí” a los designios de Dios para nosotros y para el mundo. Porque Él nos ha llamado a continuar la misión que Él mismo comenzó en Jesús, con la eficaz colaboración de la Virgen. Que sepamos responder a este llamado hoy y siempre.

Oremos. “Padre, que Santa María, la Inmaculada Concepción, nos estimule a romper la cadena del pecado en nosotros y en el mundo que nos rodea, y a reemplazarlo con un raudal de bondad y misericordia que salte hasta la vida eterna. Concédenoslo por Cristo nuestro Señor. Amén.”

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