7 de abril: El Día del Señor (Domingo de la Divina Misericordia)

Celebramos hoy el segundo Domingo de Pascua, Domingo de la Divina Misericordia: “Den gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.” Así canta la Iglesia en la Octava de Pascua, casi recogiendo de labios de Cristo estas palabras del Salmo … de labios de Cristo Resucitado, que en el Cenáculo da el gran anuncio de la misericordia divina y confía su ministerio a la Iglesia: “Paz a ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo.”

Que se alegre nuestro corazón, que nuestra fe se fortalezca y nuestro amor aumente. Y que resuene en toda nuestra comunidad la acción de gracias al Padre, porque ha obrado tan grande maravilla.

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Según las Escrituras, los primeros discípulos de Jesus, en especial los Apóstoles, tuvieron miedo a ser víctimas de ilusiones y cuentos. El Apóstol Tomás, en nombre de todos, pidió un encuentro personal con el Resucitado, sin fiarse de lo que los demás le contaban (Juan 20, 19-31). Jesús se dejó encontrar personalmente por Santo Tomás y quiere que también cada uno de nosotros lo experimentemos vivo en nuestras vidas.

Oremos. “Dios, cuya misericordia es incontable, que despiertas a la fe a tu pueblo santo, escucha nuestra súplica Pascual y robustece, bondadoso, la gracia que nos diste para que todos tus hijos e hijas conozcan en plenitud que son engendrados por tu infinito amor, redimidos por la preciosa sangre de Cristo, y conducidos a la Vida por el Espíritu. Te lo pedimos por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.”

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