Es triste, pero la historia de la humanidad está teñida de sangre y de violencia. No hay periodo de la historia que esté libre de batallas y guerras. No hay cultura que pueda decir que ha vivido siempre en paz. Hay batallas a muchos niveles. Se enfrentan las naciones. Pero también se enfrentan las familias y los amigos. La violencia parece que está metida en el tuétano de nuestros huesos, que forma parte de nuestro ser. Quizá sea fruto de la inseguridad, del temor, y de la lucha por sobrevivir, que no siempre ha sido fácil para las personas a lo largo de la historia.
Mientras tanto, recordemos que nuestra Madre María es la Reina de la Paz. A Jesús, por su mediación, le pedimos que nos libere de esa violencia que nos invade a veces por dentro como un cáncer. Y que nos haga hombres y mujeres de paz.
Recordemos también que la paz no es sólo ausencia de violencia. La paz es capacidad de diálogo, de escucha del otro y de sus necesidades. La paz es tolerancia frente al que no piensa como nosotros. La paz es respeto a los derechos humanos. La paz es también justicia y atención especial para los más necesitados, para los pobres, y para los marginados. Debemos trabajar todos juntos por la paz, este día y todos los días. Porque el Reino de Dios es también el Reino de Paz.
