27 de julio: Corazones Abiertos

Por unos días (o mejor, unas semanas) hemos oído esto: “Un sembrador salió a sembrar….” En el capítulo 13 del Evangelio de San Mateo, hay diez parábolas y muchas de ellas empiezan con la misma frase. La pregunta clave es: ¿en qué clase de tierra dejamos caer la semilla en nosotros? Seguramente a veces nuestra tierra es receptiva y está dispuesta, pero otras veces lo está menos.

Dios siempre está buscando buena tierra para sembrar sus semillas de vida. ¿Tenemos corazones de piedra en los que nada crece? ¿Tenemos corazones abiertos a la Buena Noticia de la salvación? ¿Tenemos corazones tan cubiertos por malas hierbas – como es la constante preocupación por los afanes de la vida y por cosas de poca importancia, que no nos deja tiempo para cultivar el crecimiento en nosotros de la vida y del amor de Dios?

Oremos. “Señor Dios nuestro, tú plantas en nuestros corazones la buena semilla de tu palabra y la riegas con tu gracia. Te pedimos que el buen terreno de nuestros corazones sea receptivo para cada palabra que tú nos diriges en las Escrituras, en los acontecimientos de la vida, y en cada persona buena que encontramos. Ayúdanos a dar buena y rica cosecha de integridad, compasión, y amor, por el poder de Jesucristo, que vive y reina contigo por los siglos de los siglos. Amén.”

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Para reflejar: Jesús nos invita a abrir los oídos y los ojos, a creer en Él abriéndole nuestro corazón. Porque solo así nos podrá curar, sanar, y reconciliar. Y nos abrirá a una nueva existencia en la esperanza y el amor fraterno. Eso es el Reino. Pero para eso tenemos que salir de nuestras casillas, de los caminos de siempre, y entrar por los caminos nuevos del Reino. Jesús nos invita a seguirle, a convertirnos, a curarnos, y a entrar en la vida nueva del Reino.

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