21 de mayo: La Coronación de la Virgen

Durante la Misa Escolar hoy, vamos a escuchar atentamente las palabras tomadas del Evangelio de San Lucas: “Llegó el ángel hasta ella y le dijo: ‘Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.’ María quedó muy conmovida al oír estas palabras, y se preguntaba qué significaría tal saludo. Pero el ángel le dijo: ‘No temas, María, porque has encontrado el favor de Dios. Concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, al que pondrás el nombre de Jesús. Será grande y justamente será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de su antepasado David; gobernará por siempre al pueblo de Jacob y su reinado no terminará jamás.’ María entonces dijo al ángel: ‘¿Cómo puede ser eso, si yo soy virgen?’ Contestó el ángel: ‘El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el niño santo que nacerá de ti será llamado Hijo de Dios. También tu parienta Isabel está esperando un hijo en su vejez, y aunque no podía tener familia, se encuentra ya en el sexto mes del embarazo. Para Dios, nada es imposible.’ Dijo María: ‘Yo soy la servidora del Señor, hágase en mí tal como has dicho.’”

La Virgen nos enseña que decirle sí al Señor es ponerse en camino. El amor es capaz de superar montañas. María vive ya el mandamiento nuevo de Jesús, ha comenzado en la historia la civilización del amor, de lo gratuito, lo dado con un corazón generoso. María se ha quitado el manto y se ha puesto el delantal del servicio. La madre de Dios hecha nuevamente esclava, servidora. El sí a la Palabra de Dios le lleva al sí al hombre. La fuerza del Espíritu en su corazón le lleva a abrir la vida en ayuda del necesitado. Jesús irá creciendo en su interior y ella irá manifestando las maravillas de ese amor.

El seguimiento de Jesús es un disponerse a caminar para anunciarlo en cada momento, es estar disponibles para salir al encuentro de los demás y servir con alegría como lo hizo María ya que toda su vida fue sí a Dios, un sí que inicia en la Anunciación y se hace pleno en la Asunción. María dice sí a la propuesta de Dios sin entender demasiado sino simplemente confiando en su palabra; porque la vocación es un misterio de amor entre un Dios que llama y un ser humano que le responde libremente y por amor.

Oremos. “Dios todopoderoso y eterno, que has elevado en cuerpo y alma a los cielos a la Inmaculada Virgen María, madre de tu Hijo, haz que nosotros, ya desde este mundo, tengamos todo nuestro ser totalmente orientado hacia el cielo, para que podamos llegar a participar de su misma gloria. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.”

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