2 de diciembre: Para Dios, Nada es Imposible

En la vida cristiana, no basta decir “Señor, Señor” para poner las bases sólidas que el seguimiento de Jesús necesita. El Adviento nos recuerda en particular que es necesario escuchar la Palabra de Dios; para ello hay que acallar nuestra palabrería vacía y abrirnos a la sorpresa de un Dios que se comunica. Esto muchas veces parece inútil y poco a poco en nombre de la eficacia perdemos la sintonía contemplativa del enamorado que anhela escuchar al que es la razón de su vida. Dejamos de escuchar al que tiene palabras de vida eterna para escuchar propuestas que despistan y esclavizan.

Pero esto no basta, es necesario, también, cumplir la Palabra de Dios, es decir, ponernos manos a la obra para que nuestra espiritualidad no quede en buenas intenciones. No dejemos que el miedo y las instalaciones nos sumerjan en una existencia que es conducida por el piloto automático de la rutina o por los vaivenes de llamadas diferentes a las del Señor; se trata de cumplir lo que hemos escuchado del Maestro, lo que hemos creído y celebrado como alianza de vida. Escuchar y cumplir son las claves de una vida fiel, como la de María, que por escuchar y cumplir la Palabra del Señor fue dichosa y nos trajo al Salvador. “Para Dios, nada es imposible.” (Lucas 1,37)

Oremos. “Dios nuestro, para los que confían en ti y viven el Evangelio de tu Hijo, tú eres una roca sólida, segura, y fiable. Que nuestra fe no se tambalee en las tormentas y tensiones de nuestro tiempo; antes bien, danos el valor de vivir, de un modo coherente, según creemos, para que como Jesús cumplamos tu voluntad y vivamos en tu amor ahora y por los siglos de los siglos. Amén.”

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