19 de julio: El Campo de la Vida

Según el Evangelio de este domingo (Mateo 13), Dios mira el “campo” de la vida de cada persona con paciencia y misericordia: ve mucho mejor que nosotros la suciedad y el mal, pero ve también los brotes de bien y espera con confianza que maduren. La parábola de la semilla de mostaza, por ejemplo, nos habla de algo incipiente de donde tímidamente brota la vida para luego desarrollar una altura y prolongar tales ramas que todos los pájaros del cielo puedan venir a anidar. Así es el amor del Padre que nos revela Jesús: brazos abiertos para todos, para que cada uno pueda encontrar en su amor el descanso necesario luego del agobio de una larga jornada.

Según el Maestro, Jesús, el Reino es esa fuerza que transforma y aumenta la masa, cómo la levadura. Es una comparación tan sencilla y profunda, tan de la cocina de cada día, por la cual entendemos que la misma masa no es la misma al ser “leudada” – cambia tamaño, pero también su sabor, sus propiedades esenciales. Ésta es la fuerza del amor de Dios, nos transforma y ya no somos lo mismo cuando su amor y su gracia se unen a nuestra naturaleza; o por lo menos no tendríamos que ser ya iguales.

En estos días de pandemia pidamos tener un corazón como el de Dios: paciente que sepa reconocer en este tiempo no solo aquello negativo que quisiéramos arrancar de una vez por todas, sino sobre todo lo bueno que va conviviendo también junto a nosotros; un corazón que, a pesar de los límites de la situación, sepa llegar (aprovechando la comunicación y las redes) a tantas personas para que en su agobio por la situación puedan encontrar en el afecto que acercamos, el amor de Dios que consuela y fortalece. Pidamos de Dios un corazón y un amor transformado para que nuestro tiempo sea hoy también tiempo de Salvación. El tiempo post pandemia debe reencontrarnos distintos, “leudados” por el amor de Dios; y así, cada uno de nosotros, la vivencia de nuestros lazos y relaciones sociales, y la vida de nuestra comunidad hablen del Reino de Dios.

Oremos. Señor Jesús, tú nos amas tanto que nos hiciste tus amigos; te pedimos especialmente por nuestros amigos y familiares que están a nuestro lado en todos los momentos, y son un reflejo de tu cariño, tu consuelo, y tu presencia amable. Acompáñalos y protégelos, especialmente en este tiempo de distanciamiento en el que aguardamos con esperanza volver a reencontrarnos. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

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