18-19 de junio: Preparándonos Para Celebrar La Misa Dominical

 ¿Qué pasa cuando usamos lenguaje como “oír Misa,” o “asistir a Misa,” o “estar en Misa?”  Es más difícil “participar” en la Misa, nunca “entramos” en el misterio, es más difícil “vivir” la alianza nueva y eterna por la que el amor que Jesús nos ofrece se convierte en manantial de amor y de vida para otros que tienen hambre.

Celebrar la gran Fiesta del Cuerpo y Sangre de Cristo nos recuerda que tomarse en serio la Eucaristía duele y cuesta. Aquella Cena ocurrió “la noche de su pasión, cuando iba a ser entregado.” Aquella Cena fue un símbolo y adelanto de que iba a ser roto, partido, y entregado. Su vida iba a ser derramada: y si nosotros tenemos que “hacer lo mismo en memoria suya.” Comulgar su Cuerpo y Sangre es comulgar su entrega, su romperse, ofrecerse, entregarse, y por tanto algo tiene que morir en nosotros. Algo tiene que ser distinto. Comulgamos para morir nosotros con Él y empezar a vivir una vida de Resucitados. Que podamos decir con San Pablo: “Ya no soy yo el que vive, sino que es Cristo quien vive en mí.”

Así se hace y se celebra la Eucaristía. Así se hace memoria del Señor. Así se comulga con Él. Así – sólo así – somos discípulos suyos. ¡Cuánto nos queda para que “esto” que realizamos sea “memoria suya!” ¡Cuánto nos falta para ser nosotros Cuerpo de Cristo que se entrega!

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