17 de marzo: Fiesta de San Patricio

En el año 403, a la edad de 16 años, Patricio cayó prisionero de piratas junto con otros jóvenes para ser vendido como esclavo a un pagano del norte de Irlanda llamado Milcho. Lo sirvió cuidando ovejas. Trató de huir varias veces sin éxito. La Divina Providencia aprovechó este tiempo de esclavitud, de rudo trabajo y sufrimiento, para espiritualizarlo, preparándolo para el futuro, ya que el mismo dijo que hasta entonces “aún no conocía al verdadero Dios,” queriendo decir que había vivido indiferente a los consejos y advertencias de la Iglesia.

Lo importante es que para entonces, como él lo dice: “oraba de continuo durante las horas del día y fue así como el amor de Dios y el temor ante su grandeza, crecieron más dentro de mí, al tiempo que se afirmaba mi fe y mi espíritu se conmovía y se inquietaba, de suerte que me sentía impulsado a hacer hasta cien oraciones en el día y, por la noche otras tantas. Con este fin, permanecía solo en los bosques y en las montañas. Y si acaso me quedaba dormido, desde antes de que despuntara el alba me despertaba para orar, en tiempos de neviscas y de heladas, de niebla y de lluvias. Por entonces estaba contento, porque lejos de sentir en mi la tibieza que ahora suele embargarme, el espíritu hervía en mi interior.”

Después de unas inspiraciones fuertes, Patricio utilizaba un lenguaje sencillo al Evangelizar a toda Irlanda. Por ejemplo, para explicarles acerca de la Santísima Trinidad, les presentaba la hoja del trébol, diciéndoles que así como esas tres hojitas forman una sola verdadera hoja, así las tres personas divinas, Padre, Hijo y Espíritu Santo, forman un solo Dios verdadero. Todos lo escuchaban con gusto, porque el pueblo lo que deseaba era entender.

Para leer más: https://www.aciprensa.com/recursos/la-santidad-da-frutos-4347

Oremos. “O Dios tú sigues buscándonos, con un amor tan apasionado como el de una madre, aun cuando te hayamos abandonado. Por intercesión de San Patricio, danos esperanza y valor, especialmente cuando nos sentimos inseguros. Danos la seguridad de que tú quieres que vivamos en la certeza y convencimiento de tu amor y de que tú permaneces siempre con nosotros por medio de Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor. Amén.”

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