9 de abril: Viernes de Pascua (Octava Pascual)

¿Cuántos planes habíamos hecho antes de la pandemia? ¿Cuántos viajes programados, proyectos personales y comunitarios han caído al abismo de un futuro incierto? ¿Cuántos encuentros se impiden indefinidamente? ¿Cuántas vidas fueron enterradas? Como en la experiencia de los discípulos de Emaús (Lucas 24,13-35), Jesús viene a nuestro encuentro, también ahora. Siempre se nos acerca y camina a nuestro ritmo.

Lucas 24 muestra el sentimiento de los dos discípulos: “se detuvieron con aire entristecido.” (v. 17) Hablan de una esperanza enterrada, de un sueño roto, de un proyecto fallido: “esperábamos … pero, a pesar de todo eso …” Jesús no cambió la realidad de los discípulos, como tampoco podemos esperar que Dios intervenga repentinamente en ese momento de una manera mágica. Esto no significa ausencia, porque su presencia nos enseña a afrontar estos acontecimientos con realismo, pero con otra mirada: releer nuestras narrativas con una mirada de fe, a la luz de su Palabra: “… explicó lo que se refería a Él en todas las Escrituras.” (v. 27)

Según el Papa Francisco: “También hoy Jesús viene a nuestro encuentro. También hoy podemos repetir la misma experiencia de esos dos discípulos. Son tres pasos que también nosotros podemos dar en nuestras casas: primero, abrir el corazón a Jesús, confiándole las cargas, las dificultades, las desilusiones de la vida, confiándole los ‘si’; y luego, segundo paso, escuchar a Jesús, tomar el Evangelio en mano, leyendo hoy mismo este pasaje, en el capítulo veinticuatro del Evangelio de Lucas; tercero, rezar a Jesús, con las mismas palabras de aquellos discípulos: ‘Señor, quédate con nosotros.’ (v. 29). Señor, quédate conmigo. Señor, quédate con todos nosotros, porque te necesitamos para encontrar el camino. Y sin ti, es de noche.’”

Oremos. “O Dios, envíanos ahora en misión a nuestros hermanos y hermanas, para llevarles la Buena Noticia salvadora de la Pascua: Que tu Hijo está vivo y resucitado y que ahora podemos realizar juntos,
unos con otros, en fraternidad, este viaje de vida y esperanza. Te lo pedimos en el nombre de Jesús. Amén.”

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