9-10 de junio: La Consagración Sacerdotal

Todos nosotros y todos los cristianos en el mundo, por el hecho de estar Bautizados, gozamos y participamos de “la consagración sacerdotal” de Cristo, tal como nos dice el Ritual del Bautismo. Al momento de la Unción Postbautismal (con el Santo Crisma), la Iglesia nos ofrece esta oración: “Dios todopoderoso, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que les ha librado del pecado y les ha dado la nueva vida por el agua y el Espíritu Santo, les unja con el crisma de la salvación, para que se incorporen a su pueblo y sean para siempre miembros de Cristo Sacerdote, Profeta, y Rey. Amén.”

Hay dos tipos del sacerdocio: ministerial y de todos los fieles. Podemos y debemos participar todos en el sacerdocio de los fieles. Que gran don es participar en el sacerdocio así (aunque lo hagamos de distintas maneras, según nuestra vocación y estado de vida). Pero ¿cómo es posible?

Un ejemplo: Jesús hizo de su vida una continua ofrenda, un permanente acto de culto al Padre. De manera que al estar pendiente de hacer en todo momento la voluntad del Padre, la vida cotidiana se convierte en espacio sagrado donde encontrar al Padre y hacerle presente. Así pues, cuando acogemos al hermano o a la hermana, le escuchamos, le ayudamos, le amamos, cuando luchamos por la justicia, cuando creamos fraternidad – estamos dando culto a Dios, estamos siendo sacerdotes.

Nuestro “sumo sacerdote,” el Señor Jesús, está siempre con nosotros. No olvidemos esto, especialmente cuando nuestra vida o la misión “sacerdotal” que el Señor nos encomienda se tornan difíciles. Dios está allí, y en Él podemos confiar.

Oremos. “Oh Dios, ayúdanos para que te descubramos como fuente de vida, fortaleza, y esperanza por el poder de Jesucristo, tu Hijo, que vive contigo y con nosotros por los siglos de los siglos. Amén.”

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