8 de septiembre: La Fiesta de la Natividad de la Virgen María

La Biblia mira a Santa María en función de su Hijo: no se dice nada más en el Evangelio que lo que ilustra y sirve a la misión de Cristo. Su discreción nos dice mucho sobre su carácter y papel – y al mismo tiempo sobre nuestra misión: testificar silenciosamente la preeminencia de Cristo, servirle, abrirse a su salvación, y vivir para los otros.

Según “la historia de la salvación,” cada acontecimiento, al igual que cada nacimiento, está vinculado a todo lo demás, dentro del gran diseño de Dios. El nacimiento de María, que celebramos hoy, está íntimamente ligado a todo lo que le precede y le sigue. San Agustín subraya así el significado de su nacimiento: “Ella es la flor del campo de la que brotó el precioso lirio del valle. Por su nacimiento se cambia la naturaleza heredada de nuestros primeros padres.” El nacimiento de María está ligado a nuestras vidas, a través del Hijo del que fue mediadora y por el que se convirtió también en nuestra Madre.

Oremos. “Señor, Dios nuestro, te damos gracias por darnos a María como Madre de nuestro Señor. En ella nos muestran lo fuerte que es tu gracia y lo sorprendentemente cerca estás de tu pueblo. Danos una fe firme en las grandes cosas que tú haces por nosotros y ayúdanos a responder a tus regalos con alegría y un corazón acogedor. Te lo pedimos por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.”

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