Cuando leemos los cuatro Evangelios, fácilmente podemos descubrir que: es evidente que “la razón de ser” de toda la vida de Jesús es dejar claro a todo el mundo que el Reino de su Padre ha llegado, que es una buena noticia capaz de transformar la realidad. Jesús no se queda inmóvil frente al sufrimiento de la gente: siente compasión y vive con intensidad la misión de predicar, enseñar, y curar, es decir, de transmitir vida a quienes les hace falta. Jesús inicia este movimiento del Reino, pero es consciente que su tarea debe ser continuada. Por eso, llamó a sus primeros discípulos, les llenó de su autoridad, y los envió a predicar y a realizar nuevos signos que hagan presente el Reino de su Padre. Jesús nos ha llamado a nosotros también. Hemos recibido el envío misionero de Jesús y hemos sido investidos de su poder.
Nuestro mundo de hoy necesita escuchar, ver, y sentir la presencia de Dios; sigue habiendo multitudes extenuadas y abandonadas, como ovejas sin pastor. Nos toca orar como Jesús para que nunca falte en nuestro mundo personas que como Él dediquen su vida entera a hacer presente el Reino del Padre con palabras, gestos. y acciones.
Pero no sólo orar, que no es poco, también nos corresponde proclamar, curar, y resucitar, es decir, dar gratis lo que hemos recibido gratis. No podemos quedarnos quietos, ni ser mezquinos. El que ha sido tocado por el amor, el que ha experimentado que el Reino es real y está presente en su vida – y en la historia – no puede vivir sino como vivió su Maestro. Que este tiempo de adviento nos permita ser más conscientes de lo mucho que hemos recibido del Señor porque sólo así estaremos dispuestos a vi ir entregados sin cálculos.
Oremos. “O Dios, por medio de Jesús, presente entre nosotros, abre nuestras manos y corazones a todas las necesidades de nuestros hermanos y hermanas. Y danos fuerza e inspiración para perdonar, compartir, y animar, y así llegar a ser, todos juntos, el pueblo que vive en tu amor. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.”
Extra: Hoy celebramos le Fiesta de San Nicolas, cuyo nombre significa “protector y defensor de los pueblos,” fue tan popular en la antigüedad que se le han consagrado en el mundo más de dos mil templos. Era invocado por los fieles en los peligros, en los naufragios, en los incendios, y cuando la situación económica se ponía difícil, consiguiendo éstos favores admirables por parte del santo. Es el patrono de los niños.
Oremos: “Señor y Dios nuestro, tú que concediste a San Nicolás de Myra ser agregado al número de los santos pastores, por su ardiente caridad y su fe insigne, concédenos, por su intercesión, perseverar en el amor y en la fe, para participar de la vida nueva de tu Reino. Por nuestro Señor Jesucristo. Amén.”
