6 de agosto: La Transfiguración del Señor

Hoy celebramos la Fiesta de la Transfiguración del Señor. Transfiguración significa “cambio de forma.” La palabra, en específico, proviene de las raíces latinas trans (“a través”) y figura (“forma, aspecto”). Por lo tanto, significa un cambio de forma o apariencia. Esto es lo que le sucedió a Jesús en el evento conocido como la Transfiguración: su apariencia cambió y se volvió gloriosa.

Este acontecimiento de la vida de Jesús es parte de su camino hacia Jerusalén, a los acontecimientos pascuales de la muerte y resurrección de Cristo. La luz de la transfiguración, que se muestra a los testigos escogidos, Pedro, Santiago y Juan, fortalece la fe para los momentos de la prueba y la dificultad, y mira, sobre todo, a esa dificultad humanamente insuperable que es el escándalo de la Cruz.

¿Por qué esta experiencia se reserva sólo a unos pocos testigos escogidos? No podemos pedirle cuentas a Dios por sus designios. Pero sí que podemos entender que las gracias (a veces especiales y extraordinarias) que reciben algunos no las reciben para su exclusivo disfrute, sino para el bien y a favor de todos. Lo dice con claridad el mismo Cristo, dirigiéndose a uno de los privilegiados del monte Tabor: “y tú, cuando hayas vuelto, fortalece a tus hermanos.” (Lucas 22, 32) Los grandes santos nos enriquecen a todos. Pero eso vale para cada uno de nosotros.

Todos los creyentes hemos recibido por la fe una porción de la luz brillante de la Transfiguración. Es una gracia que nos sirve para que, cuando sentimos la oscuridad de la Cruz, nos mantengamos fieles a esos momentos de luz; pero también genera una responsabilidad – la de ponernos en camino para testimoniar esa luz en nuestra vida, compartirla, y fortalecer a los que flaquean.

Oremos. “Padre, en la Transfiguración de Jesús iluminaste los ojos de la fe de tus apóstoles para que pudieran ver más allá de las apariencias, y reconocer a Jesús como tu Hijo amado. Fortalece también nuestra fe en la persona y mensaje de tu Hijo. Ayúdanos a reconocer algo de su rostro en nuestros hermanos y hermanas y a encontrarle siempre en los otros, para que caminemos con Él y participemos de su gloria por los siglos de los siglos. Amén.”

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