6-7 de noviembre: Preparándonos para Celebrar la Misa Dominical

Por casi todo un ano, hemos compartido el Evangelio de San Marcos, domingo tras domingo, en la Misa dominical. ¿Podemos recordar el número de los tiempos que los discípulos han buscado honores, asientos privilegiados, y más? En el Evangelio que vamos a compartir el domingo que viene (Marcos 12, 38-44), Jesús sigue denunciando los que buscan honores, y los primeros puestos en los banquetes, en los eventos, en las listas electorales, y en los titulares.

San Marcos nos ha dicho tantas veces que “la manera de mirar de Jesús” es muy diferente de las nuestras, tan superficiales. Jesús procura comprender el corazón y la vida de las personas con las que se cruza. Es la suya una mirada calmada, contemplativa, y abierta a la sorpresa, que no juzga de primeras, que acaricia con ella, que da confianza, y que busca lo valioso de cada cual. Va mucho más allá de lo que hoy llamamos “empatía” y “simpatía.”

La mujer viuda que vamos a encontrar en capítulo 12 (prototipo de pobreza y abandono en la sociedad judía: por mujer y por viuda), es sin derechos, sin nombre, que se mueve ante las puertas del Templo, es “enfocada” por Jesús entre la gente supuestamente “guapa,” rica, sabia, importante, bien vestida, y prestigiosa (como los escribas y letrados y los demás lideres de entre los judíos). Parece que casi sólo la ve a ella, y seguro que, mientras la miraba con ternura, en su corazón brotó alguna oración al estilo de “te doy gracias, Padre, porque hay gente así, buena, generosa.” Y Jesús aprovecha la ocasión e invita a los discípulos a fijarse en ella, mirándola con “otros ojos,” y se la propone como modelo, signo de confianza en y de entrega a Dios.

El Evangelio nos va a invitar a abrir los ojos a la muchísima gente que hay a nuestro alrededor, que es como esta mujer: héroes en su vida cotidiana, generosos en el cumplimiento de lo que consideran su obligación, y sin darse la más mínima importancia. Viven ellos y ellas sin aplausos, con humildad, sin hacer ruido – en ningún caso buscan el reconocimiento.

Aprendamos la mirada de Jesús, identifiquemos y agradezcamos a Dios tantos héroes anónimos. Demos ahora gracias y alabanza a Dios nuestro Padre por Jesús, que se entregó totalmente a sí mismo para que nosotros viviéramos y fuéramos capaces de amar.

Oremos. “O Dios, quédate cerca de nosotros por medio de tu Hijo, para que nos hagamos disponibles para todos y compartamos lo mejor de nosotros mismos sin ninguna exhibición vanidosa, sino con obras calladas de amor y servicio, como lo hizo Jesús, que vive contigo y con nosotros por los siglos de los siglos. Amén.”

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